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Segundo año de primaveras árabes entre tensiones internas e islamismo

Cuando ha pasado un año desde que se iniciaran las revueltas conocidas como «primaveras árabes» los países escenarios de los cambios presentan precarias transiciones hacia la democracia, reformas que no llegan y la consagración del islamismo en el gobierno en varios de ellos. Los cambios no han disipado las tensiones en la región, desde las protestas que se mantienen en Yemen, Egipto o Bahrein a la rebelión armada en Siria.

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GARA | EL CAIRO

De Túnez a El Cairo, de Trípoli a Damasco o Sanaa, la fisonomía del mundo árabe ha cambiado profundamente tras las revueltas que se desencadenaron el año pasado, y presenta un mosaico de situaciones políticas, sociales, de seguridad o religiosas localmente muy diferentes.

El director del Observatorio de los Países Árabes de París, Antoine Basbous, opina que este «tsunami ha desplazado las placas tectónicas y va a provocar replicas antes de desembocar, un día, en estados predemocráticos en el mejor de las hipótesis».

Hacer partir a los dictadores, como el tunecino Zine El Abidine Ben Ali o el egipcio Hosni Mubarak, ha sido «la parte fácil del cambio», según Ibrahim Sharquieh, del instituto estadounidense Brookings. «La transición hacia una sociedad democrática resulta más complicado y menos predecible que hacer caer al régimen», añade. «Las revoluciones no se han completado en ninguno de los países donde han tenido lugar», constata Samer Shehata, especialistas de Oriente Medio de la Universidad de Georgetown, en Washington.

Jóvenes e islamistas

Lanzadas por movimientos de jóvenes que utilizan todos los recursos y redes de internet, las revueltas se han traducido hoy en el triunfo de movimientos islamistas antes más o menos reprimidos.

«El primer actor del cambio es la juventud. El primer beneficiario son los islamistas porque están estructurados y tienen profundas raíces en la sociedad, contrariamente a los jóvenes, que no han tenido tiempo de organizarse», indica Antoine Basbous.

Ahora la incógnita es el rumbo que estos partido islamistas tomarán al frente de los nuevos gobiernos. Mientras algunos los ven capaces de trabajar bajo criterios de «democracia occidental», otros analistas observan un doble discurso. «Se escucha un discurso tolerante y moderado cuando se trata de fomentar el turismo y las inversiones, pero la realidad puede ser diferente, con una base más conservadora que la dirección del partido», considera Abdel Fattah.

Túnez, que conoció el primer levantamiento en diciembre de 2010, ha avanzó en una transición que llevó a la celebración de las elecciones legislativas de octubre de 2011 en las que venció el partido islamista Ennahda, aunque la situación social que encendió la chispa de la protesta contra el régimen de Ben Ali está lejos de mejorar.

Militares en Egipto

Egipto ha conocido también elecciones legislativas en las que los partidos islamistas -Hermanos Musulmanes y salafistas- han arrasado, pero el control real del país sigue estando en manos del mismo Ejército que bajo Hosni Mubarak, pese a las protestas que exigen que ceda el poder a manos civiles.

El descontento se agudiza en ocasiones y la represión que reproduce las escenas de los primeros días de la rebelión vuelve a dejar víctimas mortales. Se esperan las presidenciales para junio, tras las que los militares han asegurado que dejarán el poder.

Marruecos, socio mimado de la UE y EEUU, tras aplastar las protestas sociales de la población saharaui, vivió su propia demanda de cambio, que intentó atajar con la reforma del sistema político impulsada por el rey Mohamed VI.

Las elecciones también fueron ganadas por los islamistas del Partido Justicia y Libertad, aunque el rey mantiene su importante cuota de poder. Sin embargo, las reformas no han acallado las demandas del movimiento 20 de febrero y persisten las protestas sociales, con inmolaciones incluidas.

Libia, que celebró ayer el aniversario del inicio de las revueltas sigue inmersa en una fuerte inestabilidad, con un gobierno débil incapaz de controlar a cientos de milicias armadas, pese a la victoria de los rebeldes apoyados por la OTAN y las monarquías árabes

Multitud de personas enarbolaron banderas y se dieron cita ayer en la plaza de los Mártires, en Trípoli, y en la plaza de la Libertad, en Bengasi. El Consejo Nacional de Transición (CNT), que gobierna el país, está tratando de imponer su autoridad en un país lleno de armas y formar una Policía y un Ejército operativos. Milicias fuertemente armadas han ocupado el vacío, estableciendo pequeños feudos locales. Sus combatientes aseguran ser leales al CNT pero responden solo ante sus comandantes y a menudo mantienen enfrentamientos por el control del territorio. Como muestra de esta falta de control, decenas de personas han muerto y han resultado heridas en los enfrentamientos de la última semana entre tribus rivales por el control de la ciudad de Al Kufra, ubicada en el sureste de Libia.

Además, el Gobierno también debe reconstruir las dañadas y viejas infraestructuras y poner en marcha un frágil sistema sanitario, judicial y educativo, así como recuperar la producción petrolífera.

«El CNT parece incapaz de abordar el creciente desencanto popular en su contra y en la de su presidente Mustafa Abdel Jalil sobre el proceso de transición», afirma Crispin Hawes, de la consultora Eurasia Group.

Guerra en Siria

Siria vive prácticamente una guerra civil «que amenaza con extender la inestabilidad hacia Líbano, Irak, Turquía, Jordania o Israel», según Nabil Abdel Fattah, del centro de estudios Al-Ahram de El Cairo.

Las manifestaciones contra el régimen de Bashar al Assad se mantienen pero cada vez cobra mayor protagonismo el enfrentamiento armado por parte de activistas y desertores del Ejército agrupados en el denominado Ejército Libre Sirio.

Según la oposición, ayer murieron al menos 66 personas y decenas de miles de personas se manifestaron en un «viernes de la resistencia popular» en Damasco, Deraa, e Idleb.

Mientras, tenían lugar combates en Deir Ezzor con el ELS y continuaban los bombardeos sobre los barrios de Homs donde se concentra la revuelta.

Los países occidentales y la Liga Árabe aumentan su presión sobre el régimen -el jueves consiguieron que la Asamblea General de la ONU condenara a Siria y apoyara el plan de la Liga Árabe para cambiar el régimen- pero se enfrentan a un delicado escenario que puede acabar en guerra civil cuyas consecuencias se extiendan por la región.

Yemen tendrá el próximo martes elecciones presidenciales con un candidato único, el vicepresidente Abd Rabbo Mansour Hadi, para reemplazar al jefe de Estado saliente, Ali Abdallah Saleh, quien, después de un año de protestas que exigían su salida y salir vivo de un atentado, ha conseguido dejar el poder con inmunidad total avalada por la Liga Árabe y bendecida por Occidente. Pero las protestas se mantienen en la calle un año después. «Lo que hemos conseguido no llega a nuestras ambiciones. Seguiremos la sentada hasta que caigan todos los símbolos del régimen de Saleh», afirma Walid Ammari, uno de los líderes del movimiento que sigue acampado frente a la universidad de Sanaa.

El círculo de Saleh controla todavía los puestos clave, sobre todo a la cabeza del Ejército, en este país con estructuras arcaicas, al borde de la quiebra económica y minado por las rivalidades tribales, la corrupción endémica y la guerrilla en el sur del país. En Bahrein, la revuelta que comenzó en febrero de 2011 fue aplastada por la intervención de Arabia Saudí, pero la tensión social permanece en este estado de mayoría chií, pero gobernado por la cuya monarquía de la dinastía suní de los Al Jalifa. Esta semana las fuerzas de seguridad han incrementado su presencia en las principales ciudades para evitar un resurgimiento de las protestas. De acuerdo con la versión de un médico, al menos 120 personas han resultado heridas en los enfrentamientos de esta semana entre policías y manifestantes.

lo fácil

Los analistas creen que hacer caer a dictadores como el tunecino Ben Ali o el egipcio Mubarak ha sido «la parte fácil», pero que la transición a una sociedad democrática resulta más complicada y más difícil de controlar. Hasta ahora ninguno de estos países ha completado su revolución.

islamistas

El primer actor del cambio fue la juventud con los medios de internet. El primer beneficiario han sido los islamistas porque están mejor estructurados y tienen profundas raíces en la sociedad

Desencanto

Libia conmemoró ayer el aniversario del inicio de la rebelión con celebraciones en Trípoli y Bengasi, aunque el CNT en el poder es incapaz de controlar las milicas armadas, reconstruir el país o abordar el creciente desencanto de la población.

Hizbulah diferencia las revueltas árabes de la rebelión en Siria

El líder del partido-milicia chií libanés Hizbulah, Hassan Nasralá, defendió los movimientos de la denominada «primavera árabe» a la vez que criticó al movimiento antisirio Alianza 14 de Marzo, liderado por el hijo del fallecido Saad Hariri, y su apoyo a estas revueltas. Nasralá afirmó que la primavera árabe se ha desarrollado «en contra de regímenes liderados por (la ex secretaria de Estado estadounidense Condoleezza) Rice, (el asistente del secretario de Estado para Oriente Próximo, Jeffrey) Feltman y (la secretaria de Estado, Hillary) Clinton, las mismas personas que os supervisaron en 2006», en referencia al Movimiento 14 de Marzo. «¿Fuisteis vosotros los que derrocasteis a Mubarak?», preguntó.

Respecto a Siria, Nasralá defendió el apoyo de Hizbulah al Gobierno de Bashar al Assad porque «no es justo igualar a regímenes que han hecho lo imposible para asegurar la supervivencia de Israel con otros que han hecho lo imposible por la supervivencia de Palestina». «Los gobiernos árabes están muy ocupados para darse cuenta de lo que está pasando en Palestina ya que el foco está en Siria, y no hablaré de Bahrein, donde está ocurriendo una enorme injusticia», añadió, en relación a la represión violenta de las manifestaciones en el país por parte de las fuerzas de seguridad del país con el respaldo de los ejércitos de Arabia Saudí, Emiratos Árabes Unidos y Washington.

«Israel está llevando a cabo su esquema de judaización y maltrato a los detenidos como Jader Adnan (miembro de Yihad Islámica encarcelado sin que pesen cargos contra él), que está en huelga de hambre (desde hace 61 días) y se enfrenta a la muerte. ¿Si Adnan fuera israelí se comportaría el mundo de la misma manera?» cuestionó el líder libanés, criticando de nuevo así los dobles raseros existentes a la hora de tratar los asuntos políticos y humanitarios en la región.

Por ello, advirtió que el mundo árabe debe vigilar «la postura de Israel, especialmente sobre lo que se intenta en Egipto, Siria, Palestina y Líbano». A su juicio, Israel, Estados Unidos y «países árabes cuya historia es bien conocida» quieren derrocar al régimen sirio porque «Damasco es desafiante y no traiciona a la resistencia en Líbano, Palestina o Irak. Nasralá recordó las reformas propuestas por Al Assad y acusó a los países árabes de rechazar cualquier solución política al conflicto en Siria. «Los gobiernos nos dicen que hay que buscar `una solución política' con Israel y siguen esperando que se implemente la iniciativa de paz firmada en 2000 . Sin embargo, les dicen que negocien con Siria una solución política y dicen que no hay tiempo. ¿Cómo aceptáis negociar con Israel cuando no aceptáis negociar con un Estado árabe?», preguntó.

En este sentido, acusó a los países árabes contrarios a Damasco de «hacerse los ciegos» ante la dura represión armada por parte de las autoridades bahreiníes contra su propio pueblo. «¿Introduciría un rey o un jeque árabe las reformas que ha propuesto Al Assad? Los estadounidenses les están ridiculizando porque buscan la destrucción», denunció. «Se ha utilizado fuego real contra los manifestantes en Bahrein y habéis permanecido en silencio. Todos sabemos la relación secreta entre Bahrein e Israel», apostilló Nasralá. GARA

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