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y 90 años después, «¡Ahí va ese pichichi!»

El tifus se lo llevó un 1 de marzo de 1922, hace noventa años. Se llamaba Rafael Moreno Aranzadi y su leyenda sigue viva con el sobrenombre de «Pichichi». Desde su busto en San Mamés, no se pierde ni un partido.

Joseba VIVANCO

Unos dicen que empezó a conocérsele con el apelativo de Pichichi tal vez como derivación de `pichón', `pichín' o `pitxintxu', para referirse de manera cariñosa a personas allegadas de escasa estatura; otros aventuran que un ojeador del Athletic pasó por la legendaria `Campa de los Ingleses' -donde hoy se asienta el Guggenheim- y se fijó en un joven jugador al que anotó como `pichichi'; incluso hay una tercera versión que sostiene que el apelativo se lo puso el propio público que al verle correr la banda exclamaba «¡Ahí va ese Pichichi!». Sea como fuere, su nombre de guerra dentro de los terrenos de juego es sinónimo de leyenda no solo para el centenario club bilbaino, sino para el fútbol en general. Hoy se cumplen 90 años de la prematura muerte de Rafael Moreno Aranzadi, nacido en la capital vizcaina un 23 de mayo de 1892, en el piso tercero izquierda de la calle de Santa María nº 10, y convertido en mito.

Si el gol es la máxima aspiración para un futbolista, para Pichichi era lo más normal del mundo. Fue el primer gran delantero centro rojiblanco, formando parte de un plantel de jugadores que inauguró las vitrinas del club y se ganó el apodo de leones, que casi un siglo después sigue definiendo un estilo de juego y un carácter. Porque si Seve Zuazo fue el jugador que echó a rodar el primer balón sobre el viejo San Mamés en 1913, a Rafael Moreno le cabe el honor histórico de ser el primero en anotar un gol en el nuevo campo.

Hijo de Joaquín Moreno, alcalde de Bilbao en los primeros años del siglo XX, y sobrino de don Miguel de Unamuno, padre literario de la `Generación del 98', fue, no obstante, un mal estudiante allá en los Escolapios y peor aun en la Universidad de Deusto, donde no aprobó ni una asignatura en su primer año de Derecho. Nada que ver con sus dotes para el incipiente deporte del balón.

Fue en aquella época cuando comenzó a jugar en el Athletic, en 1910, con 18 años de edad, destacando desde el primer día como un futbolista excepcional, hasta el punto que en la primera referencia futbolística que se le conoce, el cronista terminaba por bautizarle como «El rey del shoot».

Un primo suyo, jesuita, Alfonso María Moreno, en un libro que escribió titulado «Vivir no es fácil», lo describió así: «... Mi primo «Pichichi» es el mejor jugador del Athletic y el mejor jugador de España. Todos lo dicen. Tiene un shoot tremendo, por bajo y muy bien dirigido, que no hay goal keeper que pueda pararlo. Pero sobre todo sabe driblar como nadie y es capaz de correr todo el campo, de un goal a otro, con el pelotón pegado a los pies sin que nadie se lo pueda quitar, hasta meter un goal genial. También es extraordinario en los remates de cabeza, sobre todo en los corners. Cuando el Athletic va mal en algún partido, el público espera siempre una de estas genialidades de «Pichichi» que remedie la situación y Mario Ugarte, Rolando y muchos otros le gritan pidiendo un esfuerzo heróico. Lo malo es que a veces juega individualmente y esto le pierde. Varios equipos ingleses se lo han querido llevar a jugar con ellos de profesional, pero a Rafael ni se le ha pasado por la cabeza irse de Bilbao...». Vamos, como hoy...

Pañuelo de cuatro nudos

Tocado siempre con un pañuelo de cuatro nudos en la cabeza para evitar dañarse con las costuras de los balones, sus trucos de delantero despistaban a sus rivales, sobre todo en los saques de esquina. Contaba con un enorme disparo, olfato de gol y un gran carisma entre sus compañeros, los Zuazo, Arrate, Belauste, Travieso, Acedo... «Las sabía todas. Un día que jugaba el Athletic contra el Arenas en el campo de éste, y comprendiendo Pichichi que aquel partido se perdía, hizo a sus partidarios del público una seña, se echaron éstos al campo y se suspendió el partido, dándose por no jugado», rememoraba José Olivares Larrondo, Tellagorri, exjugador del Arenas y cofundador de ANV. «El único entrenamiento suyo para un partido era el partido anterior. Ni se entrenó nunca, ni se duchó nunca, ni nada de nada. Se ponía el pantalón corto, la camiseta, las botas y al campo», añadía.

En 1921 colgó esas botas, a partir de que el público de San Mamés se revolviera contra su mito. Bastaba cualquier fallo para que estallasen los gritos de «¡fuera, fuera!» y cánticos de «¡Viejo, estás acabado!». Había conquistado cuatro Copas y cinco campeonatos regionales, además de la medalla de plata con España en los JJOO de Amberes. Doce años como león, en que anotó 78 goles en 89 partidos. Decidió dedicarse al arbitraje, pero la muerte le sobrevino un 1 de marzo de 1922, a los 29 años, a causa del tifus, dicen, por ingerir unas ostras en mal estado. Bilbao se tornó en un mar de lágrimas. Su sepelio constituyó una imponente manifestación de duelo, paralizando toda la ciudad.

Hoy, noventa años después, sigue quedando su leyenda y su sinónimo de delantero goleador; su busto en San Mamés -colocado en 1926 y, en gran medida, pagado por suscripción popular- al que todos los equipos rinden tributo; su ``Idilio en los campos de sport» pintado por Arteta y donde aparece flirteando con una dama, que resultó ser su futura esposa, la joven Avelina Rodríguez Miguel... Noventa años después, sigue sin perderse un partido en San Mamés y de vez en cuando se oye: «¡Ahí va ese Pichichi!».

 

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