Los restos de algunas víctimas de los atentados del 11-S que no pudieron ser identificados fueron enviados a la morgue de la base de la Fuerza Aérea en Dover, donde fueron arrojados a un vertedero, según un informe del Pentágono.

El secretario de Defensa de estadounidense, Leon Panetta, ordenó en noviembre que se investigara la gestión de la morgue militar de Dover, a la que llegan los cadáveres de los soldados muertos en Irak y Afganistán, después de que saliera a la luz el extravío y manipulación indebida de algunos restos.

La Casa Blanca se declaró «profundamente preocupada por el trato inaceptable de restos en Dover». Este informe se divulgó justo la víspera de la cena organizada por el presidente y su esposa en honor a los veteranos de Irak y Afganistán.