69 conciertos dedicados a la música nacionalista rusa en Musika-Música
Ya en su undécima edición, el Festival Musika-Música de Bilbo volverá a llenar de música el Palacio Euskaduna durante este fin de semana, con un total de 69 conciertos protagonizados por orquestas, grupos y solistas de primer nivel. Este año, bajo el título «El Esplendor Ruso», el festival rendirá pleitesía a los compositores más significativos del Nacionalismo Ruso del siglo XIX, con Tchaikovsky a la cabeza.Mikel CHAMIZO | BILBO
Llega marzo y, como cada año por estas fechas, Bilbo celebra su gran maratón musical, el Musika-Música, que desde mañana hasta el domingo tiene previstos un total de 69 conciertos por todos los rincones del Euskalduna. Musika-Música, el equivalente vasco a La Folle Journée de Nantes, que cada año se centra en una época o un grupo de compositores concreto, ha escogido esta vez como tema vertebrador de su programación el repertorio nacionalista ruso del siglo XIX. Un tema menos popular que el pasado año, dedicado a la figura de Mozart, pero que permitirá a los melómanos de Bilbo, así como a los cada vez más numerosos visitantes de fuera de Euskal Herria, el acceso a un repertorio francamente inusual de autores como Glinka, Balakirev, Borodin, Rimsky-Korsakov o Mussorgsky, además de a nombres más conocidos entre el gran público como Rachmaninov o Tchaikovsky.
Este último será, precisamente, el autor que con más frecuencia sonará durante el festival. De hecho, cuatro de las cinco salas que acogerán los conciertos del Musika-Música -bautizadas para la ocasión con nombres de ilustres escritores rusos- arrancarán mañana a las 19.00 con música de Tchaikovsky: el Auditorio Pushkin con su «Sinfonía Patética» por la Sinfonia Varsovia; la Sala Dostoievsky con su música para coro en las voces de la Sociedad Coral de Bilbao; la Sala Tolstoi con una transcripción de su «Herbstield» para clarinete y cuarteto de cuerdas; y la Sala Chéjov con música de cámara de Tchaikovsky interpretada por el Hermitage Academic Ensemble, conjunto formado por antiguos miembros de los Virtuosos de Moscú. Y esto será solo en los conciertos inaugurales, pues el nombre de Tchaikovsky, «el más cosmopolita y europeísta de los compositores rusos de su tiempo» -según Begoña Salinas, directora del festival- volverá una y otra vez durante el resto del fin de semana.
A veces, en forma de monográficos sinfónicos, como los que le dedicarán el sábado la orquesta rusa Música Viva (a las 12.30) y la Filarmonía de Galicia con Asier Polo (21.30). Otras, en forma de recitales solistas, como los dos pases que hará la pianista donostiarra Judith Jauregui de su ciclo «Las estaciones» (domingo a las 11.00 y a las 20.00). Y las más de las veces, en programas que mezclan sus composiciones con las de otros autores rusos, como los del violonchelista Iagoba Fanlo (viernes a las 19.00 y sábado a las 19.00) o la Orquesta Sinfónica del Vallés (sábado y domingo a las 13.45), única orquesta profesional privada del Estado.
Para todos los públicos
Uno de los objetivos fundacionales del Musika-Música es divulgar la música clásica entre el gran público. Una de las claves para ello es su formato de conciertos breves -la mayoría duran alrededor de una hora- y una política de precios muy asequibles, que varían desde los 5 a los 9 euros, en función de su formato, solista, pequeño grupo o gran orquesta. Debido a esto, en anteriores ediciones el Euskalduna ha sido un hervidero de actividad, con las entradas para la mayoría de los espectáculos agotadas y la gente esprintando por los pasillos para llegar a tiempo desde un concierto a otro. Pero este año, y debido a la crisis, se cierne la duda sobre si se podrá alcanzar el éxito indiscutible de otras ediciones. «Es difícil que no nos toque la crisis -reconoce Salinas-. Hemos sacado a la venta 32.000 entradas pero sabiendo de antemano que no vamos a llegar a venderlas todas. Entre el público que va al Musika-Música se encuentran personas de todos los niveles económicos y condición social. El que el año pasado compró diez entradas, quizá este año compre cinco. El que compró cinco, quizá sólo compre dos».
Lo que sí ha detectado la directora del festival es un interés mayor entre los melómanos de fuera de Bilbo, y muy especialmente entre los franceses. «Efectivamente, desde hace unos años estamos notando un gran incremento de público francés -explica Salinas-, hasta tal punto que, en la edición anterior, el 20% de las entradas se vendieron a Francia. A muchos aficionados del sur del país les resulta más fácil viajar a Bilbo que a Nantes, y además aprovechan para visitar el Guggenheim y el Bellas Artes, además de comer bien. Existe, de hecho, un grupo particular de franceses que llevan viniendo siete años sin faltar una sola edición».
No sólo Tchaikovsky
La razón por la que tantos aficionados de fuera viajan hasta el Musika-Música es porque en su programación, junto a las obras más populares que buscan atraer a un público novel, se esconden siempre numerosas joyas menos conocidas de los compositores que protagonizan la edición. Piezas, casi siempre, de música de cámara, normalmente muy difíciles de escuchar en directo y que en Bilbo, durante un fin de semana, pueden ser redescubiertas y apreciadas en conjunto con el resto de la producción de sus autores.
En el caso de Tchaikovsky se podrán escuchar, por ejemplo, sus cuartetos de cuerda (por los Cuartetos Arriaga y Prazak, en varios horarios el sábado y domingo) o su «Trío para violín, violonchelo y piano» (por el Milman Trío, el domingo a las 13.45). Pero aún más inusuales son las obras de Glinka, el padre del nacionalismo musical ruso del que en Europa apenas se conocen una obertura y una ópera. El que quiera empaparse del Glinka menos conocido lo podrá hacer el sábado por la tarde, pues se encadenarán su «Trío patético» tocado por José Luis Estellés y Marta Zabaleta (17.00), su «Vals-Fantasía» por la orquesta Musica Viva (17.30), su «Gran sexteto para piano y cuerdas» por el Hermitage Academic Ensemble (18.30 y 21.30) e, incluso, su pieza más popular, la «Obertura de Ruslan y Ludmila», acompañando al célebre «Concierto para violín» de Tchaikovsky (20.15 por la Sinfonia Varsovia).
Otras citas extraordinarias serán el monográfico de música para piano de Balakirev que ofrecerá la japonesa Hitsuko Hirose (sábado 17.30 y domingo 12.15), las piezas para dos pianos de Rachmaninov que interpretará el BdB Dúo (sábado a las 20.00), los varios recitales de música coral rusa, sacra y popular, que cantará el Coro del Patriarcado de Moscú durante todo el fin de semana, o incluso el monográfico que el pianista Andrei Korobeinikov le dedicará a Scriabin (sábado a las 13.45), un autor del siglo XX que se escapa bastante de la línea general del festival. Y esto es, tan sólo, la punta del iceberg de todo lo que se podrá escuchar durante los tres días más musicales del año en Bilbo.
La edición de este año permitirá el acceso a un repertorio inusual de autores como Glinka, Balakirev, Borodin o Mussorgsky, además de a nombres más conocidos entre el gran público como Rachmaninov o Tchaikovsky.
Una de las claves para atraer a un público novel es su formato de conciertos breves -la mayoría duran alrededor de una hora- y una política de precios muy asequibles, que varían desde los 5 a los 9 euros.
Aunque la programación del Musika-Música esté protagonizada por orquestas y solistas de primera línea, desde sus inicios el festival dedica también un hueco importante a los conservatorios y escuelas de música, a los que se les puede escuchar tocando por los pasillos y terrazas del Euskalduna a todas horas. Este año serán veinte conservatorios de varios herrialdes y comunidades, con más de 1.000 alumnos en total, los que se encargarán de amenizar los entreactos entre conciertos y mostrar el nivel de las enseñanzas musicales en Euskal Herria, Santander, La Rioja, Asturias y Castilla y León. M.C.
«Desde hace unos años estamos notando un gran incremento de público francés, hasta tal punto que, en la edición anterior, el 20% de las entradas se vendieron a Francia», explicó la directora del festival, Begoña Salinas.
Junto a las obras más populares se esconden siempre numerosas joyas menos conocidas de los compositores, que pueden ser redescubiertas y apreciadas en conjunto con el resto de su producción.