Todo lo que se puede contabilizar, se puede manipular. La economía es una de las funciones más irracionales que se ejercen con apariencia y categoría de ciencia, cuando es magia, creencia, fe y suplicio. Cada día más intranquilidad, más incredulidad, más ofuscación. Volvamos a los tiempos del ábaco, volvamos a los planes quinquenales, a lo que sea, pero que no nos metan en tantas montañas rusas desbocadas. Pongamos que hablamos de RTVE. Se anuncia un recorte de doscientos treinta millones de euros de los presupuestos generales del Estado para este año bisiesto, y mientras esa hacha busca los lugares dónde hincarse y cortar, aunque sea por partes vitales, se nos presentan las cuentas del propio ente del año pasado y resulta que le han sobrado cerca de treinta millones de euros.

Si no tiene ingresos publicitarios, si la venta o alquiler de sus productos es algo insignificativo en el cómputo general, el que se presente como superávit el no uso de partidas presupuestarias es una mentira piadosa, un aval para que los recortes se justifiquen. La situación es bastante confusa y contradictoria. Sin el nombramiento del nuevo director general del ente, lo que servirá para hacer la remodelación partidista de los servicios informativos y otros puntos neurálgicos de sus programaciones, todo queda en el terreno de la rumorología, pero la que se avecina es bastante gorda.

Hablan con total displicencia sobre la supresión de canales como Clan o TDP, y aseguran que el de 24 H, se quedará en una reiteración de boletines sin más programación, ni debates, ni entidad propia. Todo ello cortando cualquier retransmisión deportiva importante, llegando a plantearse la no emisión de la Champions y hasta hablan de la mismísima selección de fútbol, la Roja. La supresión, además, de series de coste elevado, pero de resultados solventes, algunos programas emblemáticos, como «Saber y ganar», y una cascada de remodelaciones que la pueden situar en la parte oscura de las audiencias, en la invisibilidad, en la inviabilidad, porque calculan que se colocaría en un diez por ciento de audiencia. O volver a aceptar publicidad, cosa que cabrearía a las privadas. No hay solución.