Iratxe FRESNEDA Periodista y profesora de Comunicación Audiovisual
Una luz dura
La libertad guiando al pueblo», de Delacroix, puede ser un buen inicio. Su cuadro surge de un París insurgente, que se rebela. Funciona como símbolo con el que poder identificarse. En 1830 ya se hablaba de restringir la libertad de prensa... En marzo de 1926, la revista alemana «AIZ (Periódico Ilustrado de los Trabajadores)» hacía un llamamiento público a la clase obrera para que se convirtiera en proveedora de fotografías de la vida cotidiana proletaria, de las condiciones de trabajo, de la actividad política de los trabajadores...
Las imágenes comenzaban a ocupar un lugar relevante en la lucha política, hacían de nexo de unión. La convocatoria funcionó como el germen de un movimiento fotográfico que se expandió por el centro y norte de Europa hasta alcanzar Norteamérica. La principal misión de estos fotógrafos amateurs consistía en plasmar las consecuencias reales de la crisis, sus efectos sociales haciendo hincapié en los entornos más desfavorecidos. Pobreza, explotación, una población condenada a la desesperanza... Todo esto debía ser mostrado al mundo, convertirse en una mirada compartida que provocara la identificación con un colectivo. Uno de estos fotógrafos (e ideólogo) Edwin Hoernle escribía: «Debemos proclamar la realidad proletaria en toda su repugnante fealdad, con su denuncia a la sociedad y su exigencia de venganza. Debemos presentar las cosas como son, con una luz dura, sin compasión».
Siglo veintiuno, las imágenes nos rodean, echo en falta «una luz dura, sin compasión» que retrate todo lo que está rodeando a la crisis, los efectos reales, las personas sobre las que están pesando las consecuencias. Necesitamos imágenes sin compasión de las consecuencias reales, humanas.