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Iker Bizkarguenaga Periodista

El teorema del muelle

También conocido como «del tiragomas», aunque este nombre ya no se estila por cuestiones de oportunidad, afirma que cuanto mayor presión se aplica sobre un muelle, con mayor fuerza rebota este al levantar la mano. No es complicado, pero está claro que algunos políticos no acaban de entender su mecanismo.

Cuando hace más de dos años la izquierda abertzale emprendió de forma unilateral un proceso para alcanzar un escenario de solución democrática, cada paso que daba era acompañado por el Estado con una nueva vuelta de tuerca en su esquema represivo. Así, por ejemplo, las declaraciones de Altsasu e Iruñea fueron respondidas por redadas contra los jóvenes y el movimiento antirrepresivo, y en las semanas inmediatamente posteriores al anuncio de cese de las acciones ofensivas por parte de ETA, en setiembre de 2010, se produjeron tres operativos por parte de la Policía y la Guardia Civil, y denuncias de torturas. Por esa misma época, la Audiencia Nacional prohibió una manifestación convocada por Adierazi EH en favor de los derechos civiles y políticos.

Esa fue la línea de actuación de un Estado en cuyo gobierno estaba el PSOE de Rubalcaba y Zapatero. Y así fue creciendo el malestar en la sociedad vasca, harta de que cada paso intentara ser obstaculizado por la otra parte. Hasta que llegó primero la presentación de Sortu y el veto del Supremo, y poco después las elecciones municipales. Para entonces el cabreo en buena parte de la ciudadanía era considerable, y cuando en aquella histórica noche del 5 de mayo el Constitucional dio luz verde a Bildu, en el Arenal de Bilbo se vivió una especie de catarsis colectiva. El 22M, mucha gente habría acudido a votar aunque las urnas hubieran estado en la cima de Lakartxela. Y los analistas políticos, soprendidos por el éxito de la coalición abertzale.

Estamos a marzo de 2012 y la historia se repite. ETA ha cesado definitivamente su actividad, la izquierda abertzale sigue dando pasos, y una vez más desde el Estado, ahora con Rajoy en la Moncloa, responden con detenciones, malos tratos y el irritante soniquete: insuficiente. Y si el 20 de octubre quien más quien menos, todos asumían que el Estado tenía que moverse, ahora niegan la mayor y presentan una nueva palabra fuerza: disolución. No solo renuncian a avanzar hacia la paz definitiva, también cometen una torpeza. Vuelven a tensar el muelle, y volverán a llevarse un disgusto.

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