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Victoria de Putin, Rusia por un zar fuerte

Como todos los sondeos y analistas preveían, Vladimir Putin será el presidente de Rusia durante los próximos seis años. No ha habido sorpresas, tampoco en la convocatoria para hoy de manifestaciones por parte de la oposición, ya covertidas en una tradición -como ocurrió en Ucrania o Bielorrusia- celebrada por unos medios occidentales obsesionados en demostrar el supuesto declive del «putinismo». Los esloganes de «Rusia sin Putin» volverán a amplificarse, pero vivir sin liderazgo no es simplemente difícil, es imposible. Es algo que se necesita, si no cabe el peligro de perderlo todo. Esta mentalidad está muy anclada en una sociedad rusa que, aunque el cansancio con Putin pueda ser una realidad, cree asimismo en él, esperando, a la manera rusa, que el «zar» sepa resolver las cosas al final.

Putin no podrá, sin embargo, mantener intacta su vertical del poder. La clase media rusa crece rápidamente y está demostrando ser cada día más exigente y selectiva en sus preferencias. Los políticos de la derecha y la izquierda ya no quieren ser oscuros grupos sin influencia real. Y, sobre todo, el gran público está descubriendo para sí mismo derechos básicos y valores democráticos, antes vistos como innecesarios y alienantes por la tradición, pero que han vuelto a Rusia y lo han hecho para quedarse. Tanto las élites más reformistas que abogan por drásticas reformas que hagan la política y la economía más competitiva y transparente, como las capas sociales nostálgicas de los líderes soviéticos que apoyan restaurar un orden que haga del ejercicio del poder un sinónimo de mano dura, consideran como una precondición indispensable lo que Putin encarna: la estabilidad y un estado poderoso. El nuevo presidente ruso ha conseguido sumar en las dos direcciones, y de ahí la clave de su éxito.

Que Rusia tome la primera dirección o que se dirija hacia un modelo más oriental, está por ver. Es pronto para dilucidar entre las opciones de «Putinland» o «Putistán». Lo que parece claro es que los rusos quieren tener un «zar fuerte» como líder y, a la vista de la realidad, ya lo han encontrado.

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