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Derbi en San Mamés

La jornada en la que el derbi recuperó todos los ingredientes que siempre le han caracterizado

El derbi recuperó los ingredientes que le han convertido en la cita anual del fútbol vasco. Hubo un gran ambiente entre las dos aficiones, intensidad en el césped y hasta la lluvia y la polémica no se perdieron una tarde en la que sobró una carga final que enojó más a la Real que Mateu.

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Joseba ITURRIA

Bilbo amaneció con una fina lluvia que sirvió para poner en aviso a los aficionados de lo que les esperaba. Era el día del derbi y el el de ayer recuperó hasta la climatología que mejor le puede caracterizar con una tarde muy desapacible. A pesar de la cercanía del partido del Athletic en Manchester y de los azotes de la crisis, las dos aficiones demostraron la ilusión que levantan sus equipos y que el derbi es especial para los dos. Eso justifica las colas que se registraron en las dos taquillas para agotar las entradas nada más ponerse a la venta. Hacía años que un derbi entre Athletic y Real no levantaba tanta expectación y el ambiente y el partido no defraudaron.

Por eso desde primeras horas de la mañana empezaron a concentrarse en el centro de Bilbo aficionados de los dos equipos. Un coche procedente de Gipuzkoa circulaba con la ventana bajada y el himno del centenario de la Real a todo volumen y se veían camisetas blanquiazules en dirección al Casco Viejo. Pero conforme se llegaba al epicentro del ambiente en las horas previas al derbi, quedaba claro que se jugaba en Bilbo, a pesar de acudir más guipuzcoanos que otros años.

Lo mejor es que buena parte de las camisetas blanquiazules se mezclaban con las rojiblancas en cuadrillas de aficionados de los dos equipos, lo que justifica que a San Mamés acudieran diseminados por todo el campo bastantes más de los 600 aficionados que pudieron adquirir las entradas enviadas por el Athletic a la Real. Esa es la esencia de los derbis, que nunca se puede perder, que las dos aficiones puedan estar juntas en las calles y en el interior de un campo sin que se viera ningún ertzaina más que los que estaban en las puertas por las que entraban los 600 aficionados realistas que compraron las entradas enviadas por el Athletic. Sobraban también los autodenominados guardias de seguridad que se ensañaron con ellos tras el partido.

Una calle tomada por las aficiones

Fue la nota más triste de un día especial en el que la máxima expresión del buen ambiente entre las aficiones se pudo ver en la calle Goienkale, que al mediodía se convirtió en una zona intransitable. Apenas había hueco para dos hileras por las que podían pasar a fila de a uno los aficionados que la atravesaban en cada una de las dos direcciones rodeados de aficionados de los dos equipos y de un olor inconfundible a hachís que casi colocaba al que completara el recorrido.

Allí bebían y comían las dos aficiones y rivalizaban con los gritos habituales «Athletic, Real» en un duelo en el que los blanquiazules mantenían el tipo a pesar de la inferioridad numérica. Fue un espectáculo precioso porque, salvo raras excepciones dentro y fuera del campo a las que no hay que dar más importancia porque es imposible que entre 40.000 no haya alguno que la quiera liar, el pique sano entre las dos aficiones y ese ambiente no se puede perder. Que dos aficiones rivales sean capaces de vivir juntas las horas previas al partido es una norma que no podía faltar en un día en el que el derbi quiso recuperar todos los ingredientes que lo han hecho grande a lo largo de los más de cien años de historia.

Y así se vivió hasta que la lluvia hizo acto de presencia y limpió la calle y convirtió en un acto de heroicidad recorrer a pie juntos los escasos veinte minutos que separan el Casco Viejo de los bares de los aledaños de San Mamés. Hubo que recurrir al tranvía y al metro para desplazarse y resguardarse de la fuerte lluvia en el traslado. Luego los aficionados fueron fieles a su tradicional cita con los bares de la calle Licenciado Poza para terminar de ambientar y calentar el cuerpo para volver a conseguir que el espectáculo fuera precioso en San Mamés.

Allí se vivió el más genuino ambiente de un derbi y se vino a confirmar lo que no admite ninguna duda, que es un partido muy especial para las dos aficiones. La del Athletic pitó a la Real como no se pita a ningún equipo desde el calentamiento y animó a su equipo como lo hace en los grandes acontecimientos. Por eso se festejó la victoria como cada vez que hay algo más que tres puntos en juego contra la Real. Así la afición rojiblanca se puso a brincar con el «Que Bote San Mamés» después del segundo gol de Susaeta y, a partir de ese momento, la fiesta pasó a tener solo los colores rojo y blanco.

Ante ese ambiente y la ventaja que tuvo el Athletic durante la mayor parte del encuentro, la afición de la Real mantuvo el tipo y se dejó escuchar, sobre todo cuando su equipo se hizo con el mando del partido en el segundo tiempo. Cuando la afición del Athletic bajaba el nivel de decibelios, desde el fondo en el que estaban concentrados la mayoría de los realistas se cantaba el «no son leones, son maricones» o el «manos arriba estos es un atraco». Este cántico se escuchó cuando los aficionados realistas conocieron por las radios que el balón de Carlos Vela había superado la línea. La afición blanquiazul se escuchó hasta que el 2-0 terminó con el partido y dio inicio a la traca final de San Mamés, que celebró la victoria como lo que es, de una forma muy especial.

Carga desproporcionada

Lo malo es que los aficionados de la Real no solo tuvieron que aguantar la amargura de la derrota y los olés y los gritos de euforia de la del Athletic. El deseo de los realistas de recompensar la fidelidad llevó a los jugadores a lanzarles sus camisetas. Xabi Prieto pidió a sus compañeros que lo hicieran nada más acabado el partido, pero en ese instante solo le secundaron Mikel González y Bravo. Por eso los demás decidieron hacerlo después. Cuando San Mamés se vaciaba y solo quedaban en el campo los seguidores blanquiazules y los jugadores realistas que iban a agradecer su apoyo, los miembros de la empresa de Seguridad encargada de controlarlos cargaron con una dureza que indignó no solo a ellos, también a los consejeros de la Real que reclamaban a voz en grito que se pusiera fin al trato recibido por sus aficionados y que no reprimieron los insultos.

No se puede consentir que la violencia en el fútbol la ejerzan los que se presentan como responsables de la seguridad de los que acuden al campo. Por ello el club blanquiazul hizo público anoche un comunicado en el que «condena los incidentes ocurridos al término del encuentro cuando los agentes de la empresa Prosegur han arremetido contra un grupo de aficionados de la Real sin motivo alguno, justo en el momento en el que los jugadores de la Real agradecían a sus aficionados su apoyo y les daban las camisetas. La Real Sociedad estudiará tomar medidas contra Prosegur. El club txuri urdin quiere agradecer el comportamiento del Athletic Club y su colaboración una vez se han producido estos lamentables hechos».

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