La guerra de Siria se traslada al oeste de Irak
«Siria es el principal aliado de Irán en la región, así que lucha por todos los medios para mantener a Al-Assad en el poder». El doctor Ahmed al-Alwani, parlamentario del grupo Al-Iraqiya, frunce el ceño al oír la palabra «Siria».
Andoni BERRIOTXOA | Bagdad
En el complicado puzzle de Oriente Medio, cualquier cambio político en la región significa el descalabro de unos, colindantes o no, y la hegemonía de otros. Con el régimen de Al-Assad luchando contra el Ejército Libre Sirio, y sin que ninguna potencia intervenga oficialmente, no son pocos los países vecinos que miran con inquietud e intervienen por la puerta de atrás.
Todo apunta a que uno de estos países es Irak, que, sumido en una profunda crisis política, mira con recelo a su vecino del oeste. El país vive una profunda división entre las facciones religiosas desde la caída del régimen de Saddam Hussein. Con varias milicias chiíes y la insurgencia suní aún activa, es lógico pensar que cada bando se alinea con «los suyos» en la contienda civil siria. Los chiíes, partidarios de Teherán, apoyan al régimen de Al-Assad en su lucha contra el Ejercito Libre Sirio - de mayoría suní-. Pero el conflicto va más allá de cualquier cariz religioso. Irán busca aumentar su poder económico y extender su hegemonía geopolítica en la zona; la población iraquí suní intenta evitarlo, ya que significaría perder toda esperanza de estabilidad y seguir en un segundo plano bajo el régimen de Al-Maliki.
«Hemos recibido informaciones muy fidedignas sobre milicianos chiíes, la mayoría de ellos del Ejército de El Mehdi (los hombres del clérigo chií y dirigente político Moqtada al-Sadr) entrando clandestinamente en Siria para ayudar a aplastar la rebelión», declara al diario GARA el doctor Ahmed al-Alwani. Para un suní como él, que ve cómo Irán extiende aún más sus tentáculos en Irak, la situación es preocupante. Es lógico pensar que la llaga abierta en la sociedad iraquí se agravará aún más a causa de la contienda del país vecino.
En esta parte de Oriente Medio las posturas están bien claras. Por una parte está Irán (junto con Irak), de mayoría chií, al cual le interesa que Siria siga estando gobernada por una dinastía alauí. Por otro lado tenemos a la población suní, que apoya al Ejército Libre Sirio. Denuncian que Irak está siendo controlada desde Teherán y ven en este grupo insurgente una vía para no quedar atrapados entre países de mayoría chií.
Pero es entonces cuando salta la pregunta clave: ¿Qué hace el Gobierno de Al-Maliki?
«Hace tres meses, la Policía iraquí en Al-Anbar arrestó a varios combatientes de la milicia de El Mehdi que llevaban armas y dinero a Siria. Tenemos pruebas fehacientes de que dichas milicias están atravesando todos los puestos de control dentro de Irak gracias a un salvoconducto emitido en Bagdad, de manera que no se les moleste en su ruta hacia Siria. Bagdad está canalizando a estas personas hacia Siria. Además, se llevan armas de Irán a Irak a través del aeropuerto de Najaf, al sur del país», añade Al-Alwani.
La región de Al-Anbar
Debido a este enfrentamiento entre los dos bandos religiosos, la región de Al-Anbar está siendo afectada de forma muy especial. Feudo insurgente suní y posiblemente la más inhóspita de toda Mesopotamia, Al-Anbar es la región que hace frontera con Siria. Por allí es donde supuestamente se mueven hacia dicho país las milicias de Moqtada al-Sadr y soldados iraníes para enfrentarse al Ejército Libre Sirio. La zona, feudo histórico de Al-Qaeda hasta hace no mucho y de la insurgencia suní post-Saddam, es un continuo ir y venir de autobuses escoltados de manera extraoficial por el Ejercito iraquí, que supuestamente son atacadas por un grupo que firma sus acciones con el nombre de Brigada de Anbar. Los videos colgados en páginas de grupos insurgentes no dejan lugar a dudas de que dichos actos se están llevando a cabo en la zona. Incluso una grabación del Ejército Libre Sirio del mes de enero muestra a supuestos milicianos iraníes capturados en la contienda civil del país de Al-Assad.
«Somos muy sensibles a cualquier cambio político en Siria ya que nuestros países hacen frontera», declara a GARA Qassim Mohammed, gobernador de la provincia de Al-Anbar en su residencia de Ramadi. «Estamos pensando cómo afectará la entrada de refugiados al país, y a la región en particular. Nos preocupa también la entrada de grupos terroristas como Al-Qaeda», añade.
Mientras los países occidentales y la Liga Árabe, junto con la ONU (con su enviado especial Kofi Annan al frente) debaten como enfriar lo que lleva caliente desde hace años, varios países de la zona ya han tomado cartas en el asunto. Una vez más, Irak se encuentra en una posición incómoda, tanto para el país de los ayatolas como para sus propios vecinos, que ven cómo una guerra a orillas del Mediterráneo está despertando otra vez la silenciosa contienda político-religiosa que azota el país desde hace años.
Las últimas informaciones en torno a 27 miembros de las fuerzas de seguridad iraquíes muertos en Haditha, en la región de Al-Anbar, refuerzan la tesis que apunta a una guerra abierta pero silenciada en este antiguo bastión insurgente.
El Gobierno iraquí ha propuesto que el régimen y la oposición siria decreten un alto el fuego inmediato y la formación de un Gobierno de unidad nacional tras una negociación con los opositores. El plan incluye la petición al Consejo de Seguridad de la ONU que emita una resolución prohibiendo la injerencia de otros países en los asuntos internos sirios. La hoja de ruta insta a Damasco a garantizar las libertades y los derechos sin traba alguna a la oposición política.
El diario estatal iraquí «Al- Shabah» aseguró que la propuesta contaría con el apoyo de Egipto, Túnez, Sudán, Líbano y Argelia, y que será analizada por la Liga Árabe en su cumbre de final de este mes de marzo. GARA