Mikel INSAUSTI

Chronicle” es la película que más lejos lleva el concepto de producción independiente que se convierte en un éxito de taquilla, y no sólo por su alta rentabilidad al haber costado menos de 15 millones de dólares y superar esa cantidad ya en su primer fin de semana en cartel. El realizador debutante Josh Trank y el guionista Max Landis, hijo del gran John Landis, se han convertido en los profetas del más por menos cinematográfico. Se las arreglan para convertir un falso documental hecho en teoría cámara en mano en la mayor creación fantástica del año en cuanto a espectacularidad se refiere. Esto supone la aplicación de las teorías de máximo rendimiento deportivo expuestas en “Moneyball” al mundo del cine, obteniendo unos resultados visionarios con una mínima inversión compensada a base de inteligencia y habilidad para sorprender al espectador y la crítica especializada, como así ha sido. En cuanto experimento industrial no se le puede poner ningún pero, ya que la factura técnica es superior a la de cualquier superproducción millonaria, pero las dudas surgen ante lo que la película tiene de efectismo desproporcionado.

El ir del cero al infinito implica un vértigo sensorial al que ningún espectador puede permanecer ajeno, pero no tengo tan claro que “Chronicle” aguante la posterior reflexión. Entiendo que se lleve puntuaciones de obra maestra desde la perspectiva del disfrute instantáneo, aunque con el paso del tiempo es muy posible que pierda parte de su impacto inicial. Algo de eso ocurrió con “El proyecto de la Bruja de Blair” y el resto de realizaciones que buscan la inmediatez digital, si bien a “Chronicle” le reconozco una capacidad metafórica que otros productos adolescentes no suelen llegar a poseer. Al retratar a tres jóvenes con superpoderes incontrolables describe por extensión a la actual sociedad tecnológica, cuyos consumidores, dejando a un lado los aspectos puramente lúdicos e inofensivos, somos como niños psicológicamente inestables jugando con fuego.