Seis soldados británicos murieron el pasado martes en la explosión de una mina al paso del carro en el que patrullaban por la provincia de Helmand, en el sur de Afganistán.

Se trata del ataque contra los ocupantes británicos más sangriento desde 2006 y, de confirmarse el balance, la cifra de bajas militares mortales de ese país superará el sicológico listón de los 400.

El suceso fue confirmado por fuentes afganas, que señalaron que el carro de combate quedó reducido a cenizas tras arder toda una noche y que los cadáveres no habían sido recuperados.

Los talibanes, que no reivindicaron el ataque, mencionaron la explosión de una mina artesanal aunque no precisaron ni la fecha ni el lugar.

Ello dio pie a rumores de que el vehículo militar hubiera saltado sobre una antigua mina que podría datar de la época de la ocupación soviética. El sur de Afganistán, concretamente la provincia de Helmand, concentra el 35% de la minas antipersona y anticarro de las que está plagado el país desde la guerra afgana contra el Ejército Rojo.

Mensaje de Cameron

En un mensaje de condolencias ante el Parlamento, el primer ministro británico, David Cameron, hizo un llamamiento a los talibanes para un arreglo político tras recordarles que, «sea contra nuestras tropas o contra tropas afganas, nunca podrán vencer en el campo de batalla». Reconocía así implícitamente que los que ya han renunciado a ganar son los ocupantes.