Mikel INSAUSTI

Big Miracle” acaba con imágenes de archivo dando a entender que ese gran milagro al que se refiere el título original en inglés sucedió en realidad. De paso también sirve para constatar una vez más cómo Hollywood convierte cualquier hecho histórico en un cuento para el público familiar, en una fábula ecologista destinada a inculcar el amor por la naturaleza en los más pequeños. A tal fin los guionistas Jack Amiel y Michael Begler han introducido el protagonismo de un niño “inuit” entre los adultos que toman las decisiones importantes, y que queda como la presencia simbólica de la población nativa representada por sus futuras generaciones. El actor infantil Ahmaogak Sweeney es un esquimal que reniega de sus raíces, y que sueña con abandonar cuanto antes el Círculo Polar Ártico, pero al que la aventura de salvamento de las ballenas volverá a conectar con el modo de vida de sus ancestros, cazadores por necesidad agradecidos a los mismos cetáceos que les procuraron sustento. Imposible no querer a una familia marina bautizada con los nombres de Pedro, Wilma y Bam Bam.

Para no salirse del contexto ingenuista en el que se mueve esta semblanza de la Operación Breakthrough, llevada a cabo en 1.988 en las costas de Barrow, se renuncia a las muchas posibilidades de la vertiente periodística. El realizador Ken Kwapis únicamente remarca el papel decisivo jugado por la televisión en una época en la que todavía no existía Internet, y cómo gracias a la celeridad con que se propagó la noticia de las tres ballenas atrapadas bajo el hielo de Alaska se movilizaron desde todas partes los participantes en el rescate. El contacto entre Reagan y Gorbachov, que hubiera dado para una buena sátira política, es evocado a modo de esperanzado canto a la paz que abre la era del deshielo de la Guerra Fría. La muy obvia moraleja se resume en que cuando es por una buena causa todas las fuerzas vivas se unen, desde el magnate del petróleo a las autoridades locales, intereses propagandísticos aparte.