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CRíTICA teatro

Conmiseración

Carlos GIL

Retazos de unas vidas predestinadas a la tragedia. Un cuerpo de hombre habitado por una mente estancada en un tiempo indefinido. Un ambiente que huele a sudor, trabajo, violencia soterrada. Racismo, machismo, una granja en ese sur lleno de violencia estructural, de tedio, de ausencia de futuro. Sobrevivir. Buscar el aire para poder respirar. Hombres, machos, violencia, y una mujer ingenua, marcada por las circunstancias, que se encuentra sola, y buscando una libertad condicional encuentra una muerte trágica, casual, a manos de Lennie, ese niño en cuerpo de hombretón que es incapaz de mantener con vida a todos los seres que quiere, ya sean ratones, cachorros, conejos o a esa mujer que por protegerla la mata.

Despierta torrentes de conmiseración el personaje interpretado por Roberto Álamo un tanto sobrecargado en sus tics, que es el eje que ayuda a tejer esta tragedia sureña, una violencia macho, una falta de expectativas más allá que el dinero justo para ir el sábado al pueblo para jugar, beber e ir de putas y volver al chamizo sin un pavo. Un horizonte que los dos protagonistas quieren cambiar, que sueñan con cambiar y que acaban en la tragedia más cruel, el sacrificio directo de Lennie a manos de George su protector para impedir su linchamiento. Crueldad, tragedia, dolor, una metáfora de la desolación más absoluta, del destino irremediable.

Teatralmente es un espectáculo que se balancea entre una interpretación realista que tiene en las transiciones unas fugas hacia un lenguaje más actual, físico y simbolista, que se desarrolla en una escenografía que crea problemas espaciales y encuentra soluciones en ocasiones brillantes, donde el equipo actoral funciona muy conjuntado, muy homogéneo, en la clave adecuada para mantener esa densidad ambiental, estructural. La iluminación y el espacio sonoro contribuyen a que la puesta en escena alcance momentos espectaculares, aunque en lo que es el pulso narrativo, encontramos algunos tramos todavía no resueltos en su ritmo e intensidad interna. En conjunto un buen trabajo, que confirma la mano firme de Miguel del Arco en la dirección. Una obra de teatro con todos los ingredientes para convertirse en un suceso.

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