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Kirmen Uribe y la OSE exploran con éxito nuevos mundos

El experimento de «extraer» la música del universo literario de Kirmen Uribe no ha podido ser más exitoso. La Orquesta Sinfónica de Euskadi y el escritor de Ondarroa cerraban ayer en Gasteiz su mini-gira.
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Amaia EREÑAGA | DONOSTIA

Desde el patio de butacas, de negro y todavía con su abrigo, Kirmen Uribe sube al escenario y, flanqueado por la Orquesta Sinfónica de Euskadi, inicia estos días un viaje diferente por las páginas de su «Bilbao-New York-Bilbao». Un viaje distinto y público, que le ha llevado desde el lunes por las cuatro capitales de Hego Euskal Herria y por otros tantos escenarios (Teatro Arriaga, Kursaal, Baluarte y Teatro Principal), para finalizar anoche con el concierto en la capital alavesa. Por el camino, teatros llenos, buenas críticas y la sensación general de haber asistido a un momento mágico, con un escritor y un público que se zambullen en las páginas de una novela mientras la orquesta les ponen la banda sonora. La partitura de base, las propias palabras de Uribe en euskara -la subtitulación era electrónica-.

Bajo el título de «Viñetas del nuevo mundo», la Orquesta Sinfónica de Euskadi ha llevado a cabo el experimento de «extraer» la música a la novela por la que el escritor de Ondarroa obtuvo el Premio Nacional de Narrativa en 2009. Una novela que sigue, además, su propio camino, porque sus traducciones a diferentes idiomas -entre ellos, el japonés- superan ya la decena. Según anuncia el propio Uribe en su web (www.kirmeuribe. com), la novela será publicada en breve en varias lenguas europeas como el ruso, el búlgaro y el georgiano. En francés, está previsto que la prestigiosa Gallimard la publique el próximo mes de mayo dentro de su colección Du Monde Entier, que incluye a autores como Philip Roth, Orhan Pamuk, Ian McEwan o Antonio Tabucchi.

Respecto a la gira que ha realizado con la OSE, el holandés Lawrence Renes -un director en cuyo amplio curriculum figura la dirección del concierto de la entrega de los premios Nobel de 2006- preparó un programa que arropaba los textos de Kirmen Uribe, en un recorrido ecléctico y muy sencillo de asimilar por el público.

Con voz emocionada y mucha seguridad, con entradas y salidas del escenario -se veía que se había preocupado en trabajar la presencia en escena-, Kirmen Uribe leyó extractos de este viaje en paralelo: por un lado, el que le lleva tras la huella de su abuelo Liborio, el marino de Ondarroa; por otro, el que recorre por su propia huella personal, a través de sus recuerdos infantiles, de la figura de su padre, del amor y de la paternidad. La banda sonora llevaba al público por los fervores patrióticos de la «Fanfare for the Common Man», de Aaron Coplans (1900-1990), con un salto al pasado rural con la «Rapsodia Bascongada», de Aita Donostia (1886-1956), los aires neoyorquinos de «Candide», de Leonard Bernstein (1918-1990) y el sentimiento de pérdida del «Adagio para cuerdas», de Samuel Barber (1910-1981). Como colofón, la Sinfonía número 9 en mi menor, opus 95 «Del nuevo mundo», de Antonin Dvorak, una obra que, como decía una espectadora, al menos una vez en la vida hay que escuchar en directo.

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