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JUAN DIEGO BOTTO | actor de «dictado»

«Lo peor de una película es que te deje indiferente»

Desde la tierna edad de ocho años, el actor argentino-español no ha parado de ponerse frente a la cámara, ni de pisar fuerte las tablas. Su información genética se convirtió en un profundo apasionamiento hacia la interpretación, encarnando personajes tan diversos que lo único que tienen en común es el cuerpo que los asume. En «Dictado» (de Antonio Chavarrías) es el enigmático Daniel.

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Janina PÉREZ ARIAS | BERLIN

Pensó en un tango camino al estreno mundial de «Dictado» en el Festival de Berlín. A pesar de la larga trayectoria de Juan Diego Botto (Buenos Aires, 1975), los nervios siempre aparecen, como ese terror ya familiar al sentir la respiración de la audiencia en el teatro, produciéndole una adrenalina «que no tiene comparación», asegura.

Esa sensación de mariposas en el estómago tampoco se le notó al actor mientras posaba en la alfombra roja, centelleado por los flashes de cámaras de todo el mundo. Tal vez ese mismo tango seguiría activado, cual Ipod interno, mientras Botto sonreía a los lentes, pasándole el brazo por la cintura a su compañera de reparto Bárbara Lennie, jugueteando con la pequeña Mágica Pérez, y hombro con hombro con el director Antonio Chavarrías.

En el thriller «Dictado», estrenado el viernes, Juan Diego es Daniel, con un pasado tormentoso y un gran secreto; una figura muy «de género» salida de la fantasía de Sergi Belbel, historia que Chavarrías le daría forma.

«Una película muy peculiar», comenta el actor ya libre de mariposas, «que incluye un trauma infantil, una niña que no se sabe si es una reencarnación o si es parte de la locura de mi personaje, sin embargo está construida como si fuera muy realista, sencilla, sutil, donde todo pasa poco a poco».

Pensando en los fieles seguidores, ¿tan `peligroso' es hacer una película de género?

A priori no le encuentro el riesgo, aunque sí que hay espectadores de género que son muy exigentes y que esperan encontrar unas ciertas normas y pautas; pero eso es lo que el director de «Dictado» [Antonio Chavarrías] se ha saltado notablemente.

Daniel, su personaje, siempre lleva la máscara de la sonrisa, ¿de qué manera lo asumió?

Mi personaje intenta desesperadamente atarse a la normalidad, buscar explicaciones y no demostrar a los demás que está viviendo un sufrimiento terrible, porque sabe que no será comprendido. Por eso el disimulo, el aparentar que está bien, me parecía muy importante; es una actitud muy cotidiana, tan común en todos nosotros, porque cuando tenemos algo que nos está atormentando, y sabes que no lo puedes contar, pones esa sonrisa que no sale de ningún sitio y no va a ninguna parte.

¿Qué le hizo dar el sí a este personaje?

Por un lado me gustaba mucho esta historia del pasado no resuelto que vuelve inevitablemente, que son hechos que no se afrontan generando entonces traumas, heridas abiertas para toda la vida, y que en un determinado momento explotan con un input concreto. Me gustaba ese temor tan primario a que te arrebaten el amor, como es el caso de mi personaje tanto de niño como de adulto. Daniel es muy dependiente del amor. Por otra parte, tiene un arco maravilloso de interpretar, arranca amable, simpático, afectuoso, como un buen tipo, para luego convertirse en un monstruo. Ese recorrido era un caramelo, era muy fácil entrar allí.

¿Cuánto tiempo necesita para darse cuenta que es un rol que quiere asumir?

Muy poco. La primera sensación es instintiva, cuando estoy leyendo un guión y hay algo que me atrapa sin reflexión previa. Normalmente la entraña no te engaña. Luego valoras el guión, la estructura, si está bien escrito, porque a veces hay historias que te atrapan, pero luego el relato falla. Pero te engancha algo que es irracional.

En crisis, el cine se encarga más que nunca de cumplir la función de evasión, y se producen más filmes musicales y de género. ¿Cómo ve que «Dictado» surja en un momento tan difícil?

No sé por qué se me viene a la cabeza el principio de Historia de dos ciudades, de Charles Dickens: «Es el mejor de los tiempos, es el peor de los tiempos. Es la edad de la sabiduría, y también de la locura». Creo que ahora mismo es una frase aplicable. Es el mejor de los tiempos porque tenemos todos los elementos para hacer de esta sociedad un mundo increíble, pero también es el peor porque usamos todos esos elementos para hacer de esta sociedad un mundo horrible. Si bien es cierto que el cine en momentos de crisis de la Gran Depresión fue el booom de Fred Astaire, también fue la aparición de Elia Kazan, el surgir de grandes dramaturgos. Se dan a la vez la voluntad de evasión, pero también la de vernos en un espejo.

Creo que `Dictado' cumple dos funciones, por un lado habla del dolor, de los errores y sufrimientos de no encarar el pasado, de los fantasmas no resueltos que vuelven y revuelven; y por otro lado, a nivel más primario, genera miedo, provoca cosas en el espectador, porque eso es lo que quiere la audiencia cuando paga una entrada, que le pasen cosas. Lo peor de una película es que te deje indiferente.

¿Cuál cree que es la actitud que se está tomando en España: la evasiva o la de reflexión tanto en el cine como en la sociedad?

Aunque el cine sea parte de la sociedad, no siempre caminan al unísono. Hay veces que el arte va por delante, generando vanguardia, y otras es la sociedad la que tira del arte. En estos momentos creo que el cine no ha contactado con la dimensión real de lo que está pasando en la sociedad, ni con lo que vendrá, porque esto va a ir a más.

Sin embargo, la ciudadanía va más adelante que el arte. Supongo que en algún momento nos daremos la mano, pero durante muchos años ha habido una desidia, un pensar de que nada se puede cambiar, que nuestro destino es inevitable, que nos controlan los políticos y los banqueros... Creo que se está viendo un resurgir, un despertar de «algo tenemos que hacer», y a los que nos dedicamos al arte, en algún momento nos dará el ímpetu necesario para bajar a la calle.

Es una persona consecuente con sus opiniones, que no lleva la máscara de la sonrisa. ¿Le ha creado problemas esa actitud?

Uno tiene que medir las consecuencias, y por lo tanto asumirlas con todos los elementos de juicio necesarios. Yo sé que hay gente que le disgustan profundamente mis opiniones, que no las comparten; eso no es impedimento para que me valoren más o menos como actor, pero hay otras personas que por mis opiniones ya no les gusto. Así es la vida...

Lo que no tiene sentido es vivir de costado, no dejar que la vida te pase, no implicarte, y yo siempre digo lo mismo: soy ciudadano, y nunca expreso mis opiniones como actor aunque tengo las posibilidades de un micrófono que se me presta por mi trabajo. Siempre opino como ciudadano, y ese es un derecho que tengo, que nadie me puede arrebatar.


 

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