primer aniversario del accidente de Fukushima
Merkel recalca que Fukushima le empujó al apagón nuclear
Un año después del desastre de la central japonesa, la canciller alemana se muestra satisfecha de la decisión de abandonar la energía nuclear definitivamente antes de 2022: «Hemos visto que en un país industrial altamente desarrollado se dieron riesgos que no considerábamos posibles»
Jose Angel ORIA | DONOSTIA
«Hemos visto que en un país industrial altamente desarrollado se dieron riesgos que no considerábamos posibles. Eso me convenció de que debíamos acelerar el apagón» nuclear, declaró ayer la jefa del Ejecutivo germano en su tradicional vídeomensaje de los sábados. La canciller se mostró satisfecha de la amplia aprobación por parte de los ciudadanos de la decisión aprobada en junio del año pasado por el Bundestag (cámara baja del Parlamento alemán) de abandonar de forma definitiva la energía nuclear antes de 2022.
Un año después de la catástrofe nuclear de Fukushima, la Unión Europea se muestra dividida sobre el futuro y la seguridad de la controvertida energía atómica de la que muchos países se niegan a prescindir alegando motivos principalmente económicos. Mientras Alemania e Italia se apresuraron tras el accidente a virar hacia fuentes de energía menos peligrosas, un gesto que fue interpretado por muchos en clave meramente política, otros como los estados español y francés se aferran a su peligrosa tradición nuclear.
Vista la evolución de las encuestas de opinión tras el accidente de Fukushima, con una subida clara de las fuerzas más antinucleares, el Gobierno alemán de Angela Merkel decidió adelantar el apagón nuclear al año 2022, con lo que se retractó de una ley aprobada por ese mismo Ejecutivo apenas unos meses antes para prorrogar la vida de los 17 reactores nucleares germanos hasta 2036.
Italia aprobó una moratoria sobre sus planes de volver a producir energía nuclear, suspendida por referéndum popular tras otra catástrofe nuclear, la de Chernóbil acaecida en 1986.
En el otro extremo se encuentra el Estado francés, líder en energía nuclear en Europa (con sus 58 reactores) que en el último Consejo de Energía defendió a capa y espada el uso de la energía nuclear. Polonia sigue esta estela y, pese a Fukushima, sigue adelante con su propósito de poner en marcha la primera planta de energía nuclear del país en el año 2020.
El Estado español ha pasado en este año de la prudencia y cierta oposición del anterior Gobierno del PSOE a la apuesta por lo nuclear que el Ejecutivo liderado por Rajoy ha mantenido con la confirmación de que la central de Garoña podrá operar cinco años más, hasta 2018, y la decisión de establecer el Almacén Temporal Centralizado para residuos nucleares en Villar de Cañas (Cuenca) tras ocho años de polémica.
En total, y pese a la alarma que desató el accidente de Fukushima, aún son catorce los estados europeos que mantienen nucleares en su territorio.
La actitud de Alemania resulta clave de cara a lo que puedan decidir los demás estados. De momento, ocho de los diecisiete reactores que todavía funcionaban el año pasado en el país ya se encuentran desconectados de la red, mientras que el cierre del resto se producirá de forma paulatina hasta la fecha acordada. El Gobierno tiene previsto controles adicionales de seguridad para estas centrales.
«Creo que supondrá una mejora adicional en materia de seguridad, con el fin de garantizar que la energía nuclear en el tiempo que le queda constituye todavía una forma de energía segura», afirmó la canciller. Al mismo tiempo, Merkel aludió a «la gran oportunidad para Alemania» que supone el apagón nuclear para «convertirse en líder en otros mercados, como por ejemplo el de las energías renovables». Hace suyo así un mensaje mil veces repetido desde las filas ecologistas, pero que no se acaban de creer los antinucleares alemanes.
Nuevas manifestaciones
Thorben Becker, experto de la Liga para la Protección del Medio Ambiente y de la Naturaleza (BUND, por sus siglas en alemán) en materia energética, criticó el pasado miércoles al Gobierno federal por poner freno al desarrollo de las energías renovables, al reducir las subvenciones a la solar «mientras nueve reactores nucleares conti- núan funcionando».
«Al mismo tiempo, el Gobierno no actúa en una cuestión tan importante como la reducción del consumo eléctrico e intenta aguar la directiva europea sobre eficiencia energética», agregó.
Activistas medioambientales llamaron a los alemanes a sumarse hoy a las manifestaciones antinucleares en varias ciudades del país. Los organizadores de las protestas esperan congregar a 20.000 participantes.
El movimiento antinuclear alemán se moviliza también fuera de Alemania. Ayer lo hizo en el Estado francés, junto a la central de Fessenheim -la más antigua de las plantas francesas y muy cercana a la frontera alemana-, y también lo viene haciendo estos últimos días en relación a la de Angra III, que ha sido rebautizada como «el Fukushima brasileño» por los ecologistas.
Así, cerca de 700 personas se manifestaron ayer en Fessenheim contra la más vieja de las centrales del Estado francés -echó a andar en 1977-. La organización informó de que cerca de la mitad de los participantes procedían de la vecina Alemania.
Simultáneamente, unos 60 trabajadores de la central se movilizaron contra el cierre junto a las criticadas instalaciones. Dijeron hacerlo «en solidaridad con el pueblo japonés». «Fue un homenaje a las víctimas del terremoto que afectó a Japón el 11 de marzo de 2011, no un acto para defender la continuidad de nuestra planta», manifestó Jean-Luc Cardoso, delegado sindical de CGT. GARA