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Josu MONTERO Escritor y crítico

Aparecidos

Ese omnipotente y omnipresente y brumoso dios contemporáneo que es el Mercado, y que se disfraza con el politeísmo del plural -los Mercados-, modela el mundo y nos modela a nosotros a su imagen y semejanza. La razón del mundo es hoy la lógica comercial de los déficit y las rentabilidades. Alma de desalmado mundo. El capital no se crea ni se destruye, únicamente cambia de manos. Y lo peor de todo es que hemos puesto al lobo a cuidar el rebaño. Sin duda somos ovejas temerosas, borregos de ley. Ya ni siquiera vivimos en ciudades ni en países, sino en marcas registradas que pierden el culo exhibiendo y ofertando sus reclamos comerciales. Purita mercancía. Incluso nuestro lenguaje está adoptando tímadamente las formas del negocio. Qué se puede esperar de un ministro de educación y cultura y noséquémás que declara tan campante que los Mercados son el componente esencial de la Universidad y de la sociedad; el tal ministro Wert apuntilla a renglón seguido todo pancho: «¿Por qué vamos a gastar en películas que no ve la gente?». Y quien dice película, dice, claro, cualquier otro tipo de producto cultural (¡Cielos! ¡¡¡«Producto cultural»!!! ¡El lenguaje de los negocios me posee!). Las subvenciones ministeriales irán por tanto a «Torrente 7» y otros productos bien masivos, que son los que nos gustan a la gente. Lo que no puede funcionar como valor de cambio, como un átomo más del universo mercantil, está condenado a la invisibilidad, e incluso a la desaparición. Aunque quizá no esté tan mal eso de volverse invisible, quién no ha querido serlo alguna vez; y, si me apuras, hasta tiene su encanto eso de desaparecer, porque bien pensado es esta la única manera de convertirse de vez en cuando en un aparecido, de esos que dan escalofrío.