Mikel INSAUSTI

Hay un par de razones para suspender a “Esto es la guerra”. La primera es Reese Witherspoon, actriz por la que he llegado a sentir verdadera debilidad e incluso hice el esfuerzo de aprenderme su impronunciable nombre, pero el crédito de que gozaba ya se le ha acabado tras seis años de caída en picado desde que ganara su merecido Oscar por “En la cuerda floja”. Se ha convertido en la rubia pizpireta de las comedias más tontas de Hollywood, y el hacerse mayor no le ha ayudado a madurar interpretativamente, más bien al contrario. La segunda razón es también incontestable, porque estoy harto, como espectador, de películas que a lo largo de su metraje no ofrecen nada más aparte de lo que ya está contenido de forma resumida en el trailer o avance comercial. El lector se preguntará por qué los distribuidores van a tirar piedras contra su propio tejado y desvelar en dos minutos gratis lo que se va a ver luego pagando durante hora y media. La explicación es bien sencilla y tiene que ver con que la idea argumental no da para más, y es lo que le sucede al guión escrito a seis manos por Timothy Dowling, Simon Kinberg y Marcus Gautesen.

El argumento es tan simple que se puede resumir en una sola frase: dos agentes secretos se pelean entre si por la misma chica. Este punto de partida teórico tal vez sea potencialmente divertido, no lo niego, aunque para confirmarlo ha de mediar un desarrollo que también haga reír. Con algún que otro “gag” suelto no se logra el objetivo, por lo que la función en su conjunto no se sostiene. Los productores se creen tan listos que han visto en la frase-guión la posibilidad de matar dos pájaros de un tiro, combinando la comedia romántica y la comedia de acción. Pero no siempre uno más uno es dos, y en “Esto es la guerra” hay un problema de indefinición genérica que impide saber qué está viendo uno realmente. Para rematar los dos actores masculinos tienen más química sexual entre ellos, en su competencia particular de belleza, que con la protagonista.