Lo complicado de escribir cuando ocurren muchas cosas a la vez es elegir de qué se va a escribir. La duda primero y la elección después dejan siempre el sabor agridulce de no haber acertado, es la constante insatisfacción de no poder escribir todo lo que se piensa y se quiere en un espacio limitado donde cada letra se convierte en un tesoro de expresión y el ahorro de palabras en una necesidad del oficio. Esta semana mis dudas se han repartido entre el caso de sor María Gómez, la monja que en los 80 robaba niños en la clínica de Santa Cristina de Madrid, la brutal actuación de la Ertzaintza contra jóvenes en Gasteiz, cuando protestaban por la impunidad de los asesinatos del 3 de marzo de 1976, y la confirmación de que el BBVA, según el informe del Centre Delàs, además de haber obtenido en el 2011 más de 3.000 millones de euros de beneficios, ocupa el primer puesto en inversión y financiación de la industria militar. Cada una de estas noticias forma parte de realidades muy diferentes que se complementan en esa realidad última y suprema que es el sistema que nos atenaza en un progresivo malvivir hacía la miseria social. Iglesia, policía, ejército y dinero; hipocresía moral, represión, guerra y poder económico se entrelazan en la vida diaria con la sutileza de una tela de araña invisible y a veces incluso increíble. Pero están ahí y solo cuando el foco de la actualidad se detiene lo suficiente en su perfil podemos entender de quién dependemos, a quién nos enfrentamos y con qué tenemos que acabar. Enemigos públicos que persisten en la historia, en sus maneras y en su intención de amargarnos la vida. Que lo consigan es otra cuestión a debatir.