CRíTICA danza
Allegro donostiarra
Anitta Braum
La primera propuesta –“Earth apples”, con coreografía de Itzik Galili y música de Mercedes Sosa–, nos invita a asistir a su universo, con una extraordinaria creación de profunda solidez y equilibrio, combinando encadenamientos que nos hacen recordar a la gran maestra M. Graham. Resaltaría la fisicalidad de la rotación de las patatas con la repetición del movimiento en el estructura del canon. La segunda –“A Place Between”, del coreógrafo eslovaco Lukas Timulak–, nos acerca al asfalto. Con música de Santaolalla, Hauschka y Arvo Part, invita a buscar nuevas experiencias y situaciones de momentos fugaces que coreográficamente se traducen en solos, dúos y conjuntos. Ballet de soledades, de encuentros y desencuentros y siempre presionados por un techo imaginario –demi-plié– que no les permite mostrar toda su verticalidad. La tercera coreografía, “Flash deluxe”, también de Galili y música de Paskal Indo y Percossa, nos arrastra a la fiesta, a la desmesura, a la exuberancia. Hay tamborreros, hay norte, hay sur, hay mestizaje, hay alegría, hay complicidad con el público...
Sorprende la madurez interpretativa y la energía de quien se enfrenta a un programa reservado a profesionales. Dantzaz, no cabe duda, está dando excelentes resultados.