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Algunos desequilibrios

Carlos GIL

Terminada dFeria, después de ir analizando algunos de los espectáculos programados, llega la hora de los apuntes y resúmenes. En el terreno artístico, es decir, de las obras programadas, poco más se puede aportar. Elegir, seleccionar es una labor que en todos los casos y circunstancias provoca desacuerdos. Quien lo hace debe atender a muchos factores, entre ellos, los compromisos con la realidad escénica local, a la que debe servir y promocionar, y a su vez ofertar una serie de trabajos que considera pueden interesar a los programadores invitados, locales, estatales e internacionales. Por ello, analizamos de uno en uno los trabajos, y en esta ocasión incluso el clamoroso desastre de «Agosto!», tiene su justificación. Era un estreno de un conjunto de obras cortas de José Luis Alonso de Santos, dirigidas por Mariano de Paco, y con un elenco fiable. El que fallase de tal manera son los imprevistos, los riesgos.

Desde luego es notable el crecimiento cualitativo de los grupos de danza y danza-teatro vascos. Parece que la inversión pública durante muchos años empieza a dar frutos notables. Esperemos que esta apreciación se corresponda con una proyección exterior a base de contrataciones. No se ha corrido la voz de alguna obra excepcional, ni de algo infumable, con la excepción antes mencionada. Unanimidad con «José K. torturado», obra apreciada por programadores y profesionales, pero que tendrá problemas de distribución por el asunto tratado. Tanttaka Teatroa tuvo contactos para exportar su montaje. Hasta aquí cuanto sabemos.

Pero lo que nos sigue llamando la atención son esos asuntos no tan visibles, pero que dañan un poco la impresión positiva. Cuando una responsable política menciona la cantidad económica que se destina a la feria (esta o cualquier otra), se lanza una idea de que todo va destinado al teatro, a los artistas y se debe señalar que es precisamente lo contrario. Una feria como esta va muy bien a la hostelería y la restauración, porque las compañías cobran la mitad de su cachet, las de Euskal Herria no tenían alojamiento y solamente manutención para el día de actuación. Por decirlo rápido, les cuesta dinero venir a esta feria (y a todas), mientras la parte contratante, la inmensa mayoría con sueldo institucional, vienen con todo pagado. Y esto es un desequilibrio que debería corregirse.

Y un detalle que vivimos directamente. En una mesa, la representante de un gran festival internacional, de vocación iberoamericana que ha recibido el premio Max de este año, con residencia en Biarritz-Baiona, no tiene cobertura de la feria para la comida. Se le pasa una boleto y, en conversación profesional, solicita a representantes de un festival brasileño y de un mercado uruguayo: «¿Cómo elegís ir a un festival u otro?». La respuesta sincera, amable, comprensible es: «Aquí venimos porque nos han pagado todo: el pasaje, la estancia, la manutención». En esta categoría había casi una docena de sujetos de diferentes puntos de Iberoamérica. Un gasto que no es normal. Uno viaja mucho y sabe las condiciones en las que se mueven los programadores. Estancia y hotel, sí; viaje internacional a costa de cada cual. ¿Tiene sentido esta inversión? Será cuestión de hacer un seguimiento. Pero no suena muy bien. ¿Quién decide estás relaciones tan generosas? ¿Quién las paga? Mientras, los grupos vascos a dormir a casa, de madrugada y si se quedaban para hacer contactos con esos invitados, los gastos de hotel y comida a su cuenta. Un desequilibrio que debe enmendarse con urgencia.

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