Raimundo Fitero
Groserías
Gastarse veinticinco mil euros al mes en cocaína significa tener una fosas nasales tan jodidas como el cerebro de quien es tan tonto de confesar ante una jueza esas barbaridades con el único fin de enmerdar a su socio en las correrías y salir camino del penal con once acusaciones más en los considerandos del auto. Pero transmitir esa supuesta declaración como lo están diciendo en los noticiarios televisivos, radiofónicos, en ciertas crónicas escritas en papel o en internet, además de una grosería es una frivolidad. Y si se hacen cuentas, significa que esos dos descerebrados, un alto cargo de la Junta de Andalucía, y el que es considera como su chofer, consumían, solos o en compañía de otros algo más de medio kilo de farlopa, si tenemos en cuenta el precio de mercado actual.
Y si se hacen cuentas contables, resulta que solamente en estos vicios pequeños robaban unos trescientos mil euros al erario público por año, y se imagina uno que sin comprobantes ni facturas. O sea, esta es la grosería más grande, la compartida, la que nos inunda por todos los lugares. Las cantidades de dinero que se mueven en los circuitos paralelos del poder. La facilidad con la que los cuñados se pueden hacer con inmuebles y evadir en sus declaraciones de Hacienda las correspondientes consignaciones, los desvíos para comprarse apartamentos, áticos, en las urbanizaciones más selectas de todos los lugares donde habitan personajes de esta calaña. Unos robando con la práctica política, sus cómplices y los que lo hacen amparados con la actividad bancaria o especulativa. Y desde luego, el camello de los dos golfos andaluces, debía vivir estupendamente, con unos ingresos asegurados fantásticos.
En esas disquisiciones estábamos cuando la tensión informativa se desplaza a Toulouse, con el supuesto autor de los asesinatos rodeado por la policía, el ejército y todos los cuerpos especiales. Y ya tenemos distracción. Para crear más confusión se asegura con la misma grosería sus ideas y sus supuestas declaraciones. No hay manera de creerse nada. Y menos en campaña electoral. Los muertos son innegables. Que se sepa los motivos y el autor o autores auténticos, es lo que dudamos.