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Raimundo Fitero

Contador

La jornada de huelga general ha transcurrido con normalidad. ¿Qué significa normalidad? La palabra dicha por una portavoz de Rajoy, por un representante de la patronal, por un periodista del piquete de desmovilización o por un activista sindical tiene significados absolutamente divergentes. Pero cuando se le añade lo de democrática, es decir cuando el asunto ha sido de una «normalidad democrática», entonces el sintagma crea una pátina de corrección que huele a naftalina política envasada al vacío para travestir una obviedad en discurso.

Los tiempos han cambiado tanto, que las huelgas generales se valoran al minuto, se miente al segundo y todo se soluciona con la inclusión en los soportes visuales de escenas e imágenes de una tendenciosidad u otra. Aunque los especialistas ya usaban criterios valorativos más científicos desde hace tiempo, la de ayer ha instaurado el contador de la luz como testigo de cargo. A punto de que el desgobierno de la derecha extrema autorice una subida del precio de la luz, resulta que el consumo de electricidad en las empresas sirve de orientación cuantitativa de la repercusión de la huelga.

Y en Euskadi la bajada de consumo fue muy alta, lo que vino a corroborar lo que se sabía por el método antiguo: pasear por los polígonos industriales, mirar por el barrio, acudir a los centros de pueblos y ciudades y atender a lo que te cuentan tus círculos más próximos. Y esta vez, ha coincidido todo, lo que es la realidad a pie de calle, en los pabellones y en los comercios más lo que dice el recibo de la luz.

Advertir de que el porcentaje de bajada de consumo de electricidad no se corresponde exactamente con el porcentaje de seguimiento de la huelga como en algunos medios se ha pretendido hacer creer. O en el gobierno, que miente hasta en el contador de la luz, porque seguramente que lo tendrán puenteado. Algunas de las imágenes que nos han enseñado nos anuncian tiempos duros. La policía tiene licencia para amedrentar. Su presencia es agresiva y multitudinaria. Y la lucha por los derechos sociales, laborales y políticos no ha hecho nada más que empezar. Normalidad absoluta contra el desastre presupuestario.

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