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Mikel INSAUSTI Crítico cinematográfico

Autocrítica

Es posible que sea una de esas personas orgullosas a las que les cuesta pedir perdón, pero no tengo ningún problema en reconocer públicamente mis errores. Tampoco voy a justificarme por una crítica mal escrita, así que me toca asumir que no supe transmitir mi opinión al juzgar «Al final del túnel», ofendiendo con ella a quien no debía.

Una sincera y sentida carta de Juan Karlos Ioldi, uno de los seis intervinientes en la película, me ha hecho comprender que no supe matizar a la hora de sacar conclusiones, y que metí a todos los participantes en el mismo saco, cuando cada uno de ellos expresa sus sentimientos particulares por libre. Me quedé con una visión de conjunto, sin acertar a separar el grano de la cizaña.

Tenía que haber hilado todavía mucho más fino de lo que creí hacerlo, y por eso agradezco ahora la carta que me ha sacado de mi equivocación. Simplemente me gustaría pedir disculpas a Juan Karlos y a cuantos se hayan identificado con su discurso personal, reconociendo su valor en cuanto voz discordante con la que sí merece la pena quedarse.

Espero que la lección me sirva para aprender sobre las consecuencias de un ataque indiscriminado, por lo que una vez hechas las pertinentes matizaciones, ya sí puedo defender el contenido de mi crítica en condiciones. Por lo que me reafirmo exactamente en las cinco sextas partes de mis conclusiones.

De acuerdo en que el arrepentimiento es algo muy íntimo y respetable, pero otra cuestión es la dialéctica que se quiera establecer al respecto. Me disgusta esa sensación de que solo una de las partes parezca obligada a pasar por el confesionario, cuando nadie está completamente libre de pecado.