Crónica | Iruñea, la calle
Iruñerria se revuelve con rabia pese al castigo policial
La huelga general tomó unas dimensiones históricas en Iruñea, con una marea humana incapaz de salir en manifestación desde la plaza del castillo, que se quedó pequeña. El Corte inglés concentró los incidentes.
Aritz INTXUSTA
Todo tenía ayer un tamaño desmesurado en la capital navarra, como el bicipikete. Esta protesta, que parecía que parecía de lo más light, acabó desatando una de las operaciones represivas de mayor entidad. Unas 120 personas, con chalecos amarillos y bocinas y silbatos, empezaron a dar vueltas por las arterias principales de la ciudad a las siete de la mañana. El caos circulatorio desató una gran operación policial, que los persiguió en moto por las aceras y llegó a cruzar coches patrulla para impedirles el paso. «Parece `Loca Academia de Policía'», describió Nerea, una de las ciclistas. Al final no hubo detenidos, pero sí que se produjeron forcejeos y, finalmente, la Policía Municipal se incautó de 35 bicicletas para acabar con la protesta pacífica.
Desde los barrios y pueblos de Iruñerria comenzaron a llegar noticias de cargas policiales. Para las once de la mañana, se habían registrado cargas policiales en Barañain, en la que participaron policías forales y guardias, cargas en Arrotxapea, en Donibane y Ermitagaña. En la Txantrea, la policía también actuó con violencia para intentar disolver los piquetes. La tensión no bajaba en Alde Zaharra.
El nivel de reivindicación de los huelguistas también fue fuerte. Contenedores volcados, barricadas cortando las calles... Las sucursales de los bancos fueron objetivo prioritario. Muchas de ellas acabaron pintadas y, otras tantas, con los escaparates rotos. Llamó la atención el ataque a Caja España, puesto que la Delegación del Gobierno está al otro lado de la calle. La sede de la CAN estaba blindada.
Sin embargo, el lugar que concentró las iras de la clase trabajadora fue El Corte Inglés, donde las cargas fueron continuas. El edificio comercial contaba con uno de los despliegues de protección policial más importantes con antidisturbios de la Policía española. En una de sus cargas se produjo el incidente más grave de la mañana, cuando un joven recibió el impacto de un pelotazo en la cara. Afortunadamente, sus heridas no revistieron gravedad. A pesar de sus custodios uniformados, El Corte Inglés tuvo que cerrar cuantas veces reabrió.
Que la huelga de ayer era de naturaleza distinta a las últimas se sentía en cualquier calle. Las columnas obreras, que suelen ser recibidas entre aplausos cuando entran en la Plaza del Castillo, se quedaron sin ovación. El punto de encuentro estaba tan lleno que la llegada de otros mil ni se notaba. La picaresca del pequeño comercio, que echa la persiana solo al paso de los piquetes para abrir inmediatemente después, también desapareció. Esta vez, el comercio «esquirol» echó la llave a las persianas. El radio de las tiendas cerradas también se amplió, adentrándose ampliamente por el Ensanche.
La manifestación del medidía fue tan descomunal que terminó sin que la mayoría de la gente se hubiera enterado de que la cabecera había abandonado ya el punto de encuentro. La gente estaba tan agolpada en la Plaza del Castillo que, en el momento álgido, la marea de huelguistas cubría todas las calles adyacentes. Mitxel Lakuntza, de ELA, intentó poner orden, con el objetivo de llenar todo el recorrido. Fue inútil. La multitud era ingobernable y la salida de Carlos III se convirtió en un monumental tapón humano.
No se recuerda una movilización obrera de tales dimensiones en Iruñea desde hace décadas. Desde que se dispersó la multitud, a las 14:00 horas, las cargas policiales regresaron a Alde Zaharra. El Corte Inglés seguía en sitio permanente con centenares de obreros.