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El «cazador» cazado

Los leones de Bielsa sobrevivieron en la primera mitad a un potente Schalke y fruto de su derroche físico sacaron las garras en la última media hora de partido para firmar un resultado que les pone con pie y medio en las semifinales de la competición europea.

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SCHALKE 2

ATHLETIC 4

Joseba VIVANCO

Se equivocó el inglés Gary Lineker cuando dijo aquello de que «el fútbol es un juego muy sencillo: 22 jugadores no paran de correr detrás de una pelota durante noventa minutos y al final siempre gana Alemania». No, desde ayer, gana siempre el Athletic. ¡Qué partido! ¡Qué última media hora del Athletic! ¡Qué sufrimiento por minutos y qué frenesí con cada zarpazo de los rojiblancos! ¡Qué cuatro goles! Bendito fútbol, bendita locura. Bendito Bielsa. Yo te banco Loco.

El Athletic tiene pie y medio en las semifinales de la Europa League, quizá no porque fue superior, pero sí porque este Athletic cuando se pone a ello, de momento no hay quién lo pare. Qué fiesta. Si lo de Old Trafford fue histórico, lo de ayer en el estadio del Schalke quedará también grabado en la memoria colectiva rojiblanca junto a ese 2-3, junto a aquel 1-7 en Lieja. Difícil imaginarse qué volverá a ser San Mamés dentro de una semana... o no.

Porque nada hacía presagiar por lo visto en la primera mitad que el marcador final reflejase ese memorable 2-4. Salió el Athletic bien, tocando, controlando la pelota, frente a un Schalke que dejaba fuera del once al habilidoso Holtby y con Höger echando una mano al `soldado' Jones en la medular. La primera patada fue del estadounidense para Muniain y un manotazo de Huntelaar a `Itu' quedó sin sanción, mientras al minuto 7 el de Abadiño veía la cartulina en su primera falta. Respeto entre ambos equipos en esos primeros compases, con el primer remate a gol que caía del lado de Llorente, pero alto. Y hasta ahí apareció el Athletic. Porque la réplica del Cazador holandés al minuto siguiente, cruzándola demasiado ante Iraizoz, dio paso a un verdadero despliegue del potencial atacante de los alemanes. Peligro puro en cada uno de sus jugadores de ataque; los de Bielsa sufriendo atrás, aunque sin ceder ocasiones claras.

Y en esa, una jugada por banda derecha, Iraola largo hacia el desmarque de -quién si no- De Marcos, éste atrás para Susaeta que dispara, Hildebrand no atrapa bien y allí Llorente, la pelea y la mete a la red. Su 24 gol esta temporada, la más goleadora de su carrera profesional. Un premio inesperado por el devenir del partido, pero que no duró casi ni el minuto. En la siguiente jugada, de un saque de banda llega un balón de Uchida, al que Iker no tapó a tiempo, y Raúl, el eterno Raúl, mete el cazo en las narices de Iraizoz.

El 0-1 fue un espejismo, porque el Schalke mantuvo tras el empate su peligrosidad y la portería entre ceja y ceja, obligando al Athletic a jugar casi en su propia área. Ni existía Herrera, ni Muniain conseguía conectar con nadie, ni Susaeta entraba en juego... Los rojiblancos sin balón, muy imprecisos en los pases, recurriendo en exceso al pase por arriba, concediendo demasiados espacios al rival, dejando demasiado suelto a Huntelaar y compañía, con la línea defensiva metiendo el culo en su área pequeña...

Uno de los partidos menos protagonistas del Athletic, tanto que la primera mitad iba a acabar con la posesión en manos de los locales, aunque por poco, y aunque con una buena contra rojiblanca y otra que cortó en seco el colegiado portugués al pitar el final de la primera mitad. Un aviso de lo que se venía.

La verdad es que los rivales deberían tener aprendido que este Athletic de Bielsa, si las cosas no le salen en los primeros tiempos, en los segundos sale con la lección aprendida. Y vaya que si sale. Se vio sorprendido el Schalke de inicio por un Athletic que salió a por todas y en los primeros cinco minutos sumó hasta tres contras peligrosas. Movió banquillo el técnico holandés y dio entrada a dos jugadores de ataque. Pronto replicó Papadopoulos y también Farfán, pero quien dio la cara fue otra vez Raúl, con un golazo de bandera, y que casi repite al minuto siguiente si no es por Iraizoz.

El Athletic pendía de un hilo. Eran minutos de zozobra visitante, de pasarlas canutas, en los que el tercer gol alemán podía caer en cualquier ataque y poner cuesta arriba la eliminatoria. Pero los rojiblancos no habían dicho su última palabra. ¿Quién dijo desgaste físico? En un abrir y cerrar de ojos, los leones le echaron corazón, sacaron las garras y comenzaron a arañar, con llegadas, desmarques, contras, la tenía Iraola, la tenía Iñigo Pérez... Y la tuvo Llorente. Saque de córner y el de Rincón de Soto la peina al primer palo. Éxtasis. Otra vez Llorente cuando peor lo pasaba el equipo.

Había dicho Marcelo Bielsa en la previa que iban a defender como en Old Trafford y vaya que si lo hicieron a partir de entonces. Se desmelenaron unos leones guiados por un enchufado Iker Muniain y la puntilla la dio una enorme contra que a falta de diez para el final la enchufó De Marcos dentro. Increíble. Quién lo iba a decir visto lo anterior. El Athletic obraba casi el milagro, de estar a merced del rival, a ponerse por delante en el marcador.

¿Cerrar el partido? Sí, atacando. ¡Qué diez minutos finales! Muniain tuvo el cuarto en sus botas y marró, Ibai Gómez solo la tenía que colocar lejos del portero y no acertó... Y claro, enfrente estaba un equipo alemán, esos que ganan siempre. Y Huntelaar la empaló al poste de Iraizoz, Raúl casi la vuelve a liar, el lanzador Fuchs la tiró pegada al poste de Gorka... Y va el Athletic, en la última jugada, y se marca una contra que inicia y acaba un Muniain que se lo merecía, por lo que le sale y por lo que no le sale. El no va más. 2-4. Ni el más optimista lo pensaba. ¡Qué fiestón! Y qué poco dura. «Después del partido ya es antes del siguiente partido», dijo Sepp Herberger, entrenador del combinado alemán que obró el ``milagro de Berna'' de 1954. El Barça espera. Bendita locura.

 

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