La noche del 14 al 15 de abril de 1912 tuvo lugar el naufragio del Titanic, por lo que la efeméride ya basta para justificar la reposición del clásico homónimo de James Cameron, que se ha adelantado unos días para aprovechar las fechas festivas de la Semana Santa. Pero la verdadera intención es otra, porque Hollywood se enfrenta a su verdadera prueba de fuego para saber si los reestrenos con la excusa del 3D son rentables, y si «Titanic» no funciona está claro que ninguna otra película lo hará.

Hace poco George Lucas fracasó en su intento de reconvertir al 3D «Star Wars», ante la fría acogida dispensada a «La amenaza fantasma».

El de James Cameron es un caso diferente, porque para algo es considerado como el impulsor del 3D en la era digital. Aunque siempre se ha declarado contrario a la conversión, abogando por el rodaje con cámaras estereoscópicas, se desdice ahora a conveniencia amparándose en la mejora técnica del proceso. La digitalización y conversión de «Titanic» al 3D ha costado casi 20 millones de dólares, una minucia si se compara con los cerca de 2.000 millones que recaudó en su época, aupandose como el título más taquillero de todos los tiempos. Un éxito comercial que también fue artístico, a cuenta de los 11 Óscar obtenidos.