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Belén MARTÍNEZ | Analista Social

Institucionalizar el silencio

 

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Le digo a Yasmina Adi que no ha podido elegir un título mejor para su documental «Ici on noie les algériens» (Aquí se ahoga a los argelinos). Mientras la verdad no aflore y no se haga justicia, la pintada del puente de Saint-Michel es un emblema contra el olvido y contra la prescripción de un crimen de Estado.

17 de octubre de 1961. Entre 30.000 y 40.000 «franceses musulmanes de Algérie» (esa era la denominación oficial) llegan a París procedentes de la banlieue y de bidonville para participar en una manifestación pacífica convocada por el FLN contra el toque de queda impuesto a los trabajadores argelinos de la región parisina. La represión es brutal. Un número indeterminado de muertos (no hay datos oficiales, solo aproximaciones), autobuses requisados y furgones de la Policía para llevar a los detenidos al Palacio de Deportes de la puerta de Versalles, al estadio de Coubertin, al parque de las Exposiciones y al Centro de Identificación de Vincennes. Miles de argelinos heridos, apilados como animales, humillados. La tortura se prolonga hasta la víspera del concierto de Ray Charles. El Palacio recupera su aspecto original. «I'm Gonna send you back to Arkansas» susurra el jazzman, mientras cientos de franceses musulmanes son expulsados a El-Djazair.

Memorias de la guerra, guerra de las memorias. El silencio oficial pesa como una losa. Así se expresaba Sartre, en el prefacio de «Los condenados de la tierra» de Fanon: «Francia era antes el nombre de un país, hay que tener cuidado de que no sea, en 1961, el nombre de una neurosis». Llovía el 17 de octubre de 1961. Ghennoudja Chabane no olvida.

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