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Crónica | Desde la frontera de Turquía con Siria

Huida en la noche de refugiados y frenética actividad de opositores

Desde detrás de las montañas llega el sonido de los disparos. Desde la provincia de Hatay, en territorio turco, es posible divisar desde una buena altura a los soldados sirios apostados en los tejados de los edificios y el movimiento de los carros de combate e Infantería.

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Karen MARÓN

La de Turquía es la frontera que más expectación genera en este momento y la que el lunes provocó la condena de Turquía tras el tiroteo del Ejército sirio cerca de un campo de refugiados instalado en territorio turco.

Para mañana, el cese de fuego debería ser completo, pero los últimos acontecimientos han puesto de manifiesto la dificultad para implementar la hoja de ruta del enviado especial de la ONU y la Liga Árabe, Kofi Annan, en los tiempos estipulados.

Las fuerzas militares de Bashar al-Assad controlan todas las grandes ciudades, muchos de los pueblos y la mayoría de las carreteras en la provincia de Idlib que limitan con Turquía.

Eso es lo que ha impulsado a miles de refugiados a buscar asilo en este país, escapando de  los soldados y las milicias progubernamentales -shabihas- a través de las colinas y bosques, hasta donde se trasladan con niños, ancianos y heridos.

Los desplazamientos se realizan en medio de la niebla sobre el río Orontes, sumergidos en la gélida noche. Los refugiados se han visto obligados a cruzar cada vez más al norte, después de que los soldados sirios ocuparan caseríos cercanos al sur de la frontera y colocaran minas antipersonas en el terreno.

Con Homs recuperado, Damasco dirigió su Ejército y helicópteros artillados a Idlib, en gran parte bajo control del Ejército Libre Sirio (ELS) desde finales de 2011. Los insurgentes fueron obligados a retirarse. Pero no se dan por vencidos. «Decidimos deponer al régimen y no aceptaremos ninguna negociación si se sigue atacando a la población indefensa», aseguró a GARA el capitán Ammar Al Wawi, comandante del Ejército Libre Sirio que lidera el batallón de Ababeel en Aleppo y ex oficial de Inteligencia con base en el lado turco de la frontera.

Con muchos de sus antiguos baluartes en manos del Gobierno, la zona fronteriza se ha convertido en el escenario de una frenética actividad por parte de los opositores para mantener viva la insurgencia.

Sin embargo, la revolución parece haber entrado en una fase de estancamiento. Las esperanzas puestas en una intervención internacional se desvanecen entre los grupos armados opositores. Su lugar lo empieza a ocupar un sombrío presagio que se repite constantemente: sin armas es imposible derrocar al régimen de Al-Assad.

Pese a esa constatación, en algunos pueblos fronterizos se mantienen los corredores de suministros para mantener las bases del ELS dentro de territorio sirio, utilizando para ello legendarias rutas de contrabando.

Pero existe un temor constante a que los informantes del mukhabarat sirio -la Agencia de Inteligencia Nacional- delaten sus acciones, que incluyen la ayuda a los refugiados en Turquía, otra tarea peligrosa.

Es en esta provincia de Hatay, también conocida como Iskendarun o Alejandreta y hasta 1935 parte del territorio sirio, donde el Gobierno turco ha instalado a la mayoría de los soldados desertores en un campamento especial cerca de Apaydin, de 1.500 habitantes. En esta villa se encuentra fuertemente custodiado por la Inteligencia local el coronel Riad al-Assad, el líder del Ejército Libre Sirio.

Vigilado permanentemente, Assad está fuera del alcance de los periodistas ante la persistente negativa de las autoridades turcas que lo protegen. Pero este cerco también funciona como una medida de control sobre cualquier acto insurgente. A pesar del apoyo expresado públicamente a la oposición siria, el Gobierno turco mantiene, de momento, bloqueado el suministros de armas para el ELS y ha prohibido cualquier ataque armado desde suelo turco.

Al Wawi optó por vivir fuera de la seguridad del campamento para así tener más libertad y organizar acciones dentro de Siria. Es lo que hizo horas más tarde, tras realizar las siguientes declaraciones.

Un encuentro con la prensa condicionado por la presencia y control de la Iinteligencia turca y que tuvo como exigencia que el traductor local que contratamos fuera «suní o cristiano. Si es chií no hablo», advirtió Al Wawi, por lo que nuestro colaborador tuvo que pasar por un interrogatorio previo en el que se le preguntó la ubicación de su domicilio y hasta el nombre de sus padres e hijos.

Esta prevención no es trivial. En este mismo lugar desapareció el pasado mes de agosto el exteniente coronel del Ejército Hussein al-Harmoush, líder autoproclamado de los soldados amotinados contra el Gobierno de Al-Assad.  

Tras una declaración forzada en la televisión siria arrepintiéndose de sus actos, fue fusilado. Algunas versiones apuntan a que Turquía habría negociado la entrega de Harmoush a cambio de nueve miembros del PKK, mientras que funcionarios turcos creen que el militar pudo haber sido obligado a regresar a su país natal por infiltrados de la Inteligencia siria dentro de los campamentos turcos.

Al Wawi toma todas las precauciones, pero no teme expresar sus opiniones. Es prudente al reconocer la autoridad de Riad al-Asaad e incide en que «se trata de una revolución», por lo que hasta los generales que han desertado deben aceptar las nuevas jerarquías dentro del ELS.

A pocas horas de que entrase en vigor el cese total de fuego previsto en la hoja de ruta de Annan, aseguró que lo de Siria «es ya una guerra civil» y denunció la incursión de «grupos armados provenientes de otros países para apoyar al Ejército del régimen. Esto fue confirmado por ciudadanos cuyas casas fueron asaltadas y que pudieron identificarlos porque su acento no era sirio», explicó sobre la participación de «voluntarios» procedentes de Irak, Irán y Líbano, que se han sumado a las tropas de Al-Assad.

El secretario del Consejo Militar del ELS sostuvo que miembros del Ejército de Al Mehdi -creado en el verano de 2003 en Bagdad por el clérigo chií Moqtada al-Sadr-, cuerpos de la Guardia Revolucionaria iraní, y libaneses de Hizbullah y Amal están colaborando en la lucha contra los manifestantes y los opositores al régimen.

Subrayó que han podido «capturar a algunos de ellos, aunque Damasco está haciendo todo lo posible por ocultarlo».

Por su parte, Al Wawi arremetió contra los Amigos de Siria, al considerar que los cónclaves que se llevaron a cabo «beneficiaron a Al-Assad al extender la vida del régimen».

Divididos sobre la cuestión de la entrega de armas a los rebeldes, los países occidentales y árabes tuvieron que limitarse en Estambul a destacar el derecho del pueblo a la autodefensa ante la represión.

El Consejo Nacional Sirio (CNS), principal grupo opositor, pidió expresamente armas para los rebeldes con el apoyo de Arabia Saudí y Catar, pero no logró vencer la oposición del resto de países, incluido EEUU.

«Si el plan presentado por Kofi Annan no funciona, seguró que habrá otros y se organizarán otros encuentros. Pero este régimen será derrocado por las armas» sentenció, «porque estas reuniones no sirven para proteger a la población civil inocente».

 

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