La comparecencia del consejero de Interior de Lakua en el Parlamento de Gasteiz, en la que debía dar explicaciones sobre los sucesos ocurridos en Bilbo el pasado día 5, a consecuencia de los cuales falleció el joven Iñigo Cabacas, resultó ser una encendida defensa de la Ertzaintza, rayana con el sarcasmo cuando destacó la supuesta cualificación de los mandos de la dotación que intervino en la calle María Díaz de Haro. Una defensa de la Policía en lugar de los ciudadanos, y en el momento más inoportuno. En esa defensa y en las acusaciones a la izquierda abertzale de lanzar campañas de desprestigio centró su intervención.

El máximo responsable de un cuerpo cuyo cometido es la protección de los ciudadanos, ante la muerte de uno de estos a consecuencia de una agresión policial, lejos de aclarar las circunstancias de lo ocurrido, se extendió en explicaciones sobre el buen hacer de la Ertzaintza a lo largo de su historia y acerca de los ataques de ETA a ese cuerpo, como si ello pudiera justificar la muerte del joven aficionado del Athletic, o siquiera la intervención policial de aquella noche. Ayer Rodolfo Ares pidió disculpas a la familia y dijo asumir la responsabilidad política de «todo lo sucedido»; sin embargo, descartó la posibilidad de dimitir, por lo que su retórica asunción de responsabilidades es un gesto de nulo valor tanto político como humano.

Se suponía que ayer el consejero de Interior debía comparecer para dar explicaciones sobre los sucesos que llevaron a la muerte a Iñigo Cabacas; sin embargo, su alocución fue fundamentalmente un constante ataque a los representantes de un sector político de este país y una justificación de la intervención policial, llegando incluso a acusar de mentir a los testigos sobre lo sucedido en Indautxu. Pero esa intervención de la Ertzaintza no fue una excepción, sino su habitual modo de actuar, por lo que no cabe hablar de negligencia por el lamentable resultado de la misma, y menos aún de fatalidad para referirse a la incontinencia policial.