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«Alps» demuestra que hay vida en el cine griego después de la muerte de Angelopoulos

 

Mikel INSAUSTI | DONOSTIA

Europa se rindió ante la genial propuesta de Yorgos Lanthimos en “Kynodontas”, surrealista y claustrofóbica alegoría familiar extrañamente emparentada con Buñuel y Ripstein. Después de algo así, la duda planeaba en torno al cineasta revelación, a la espera de comprobar si iba a seguir resultando original en su siguiente realización. Y “Alps” lo es, pues no en vano ha ganado el Premio al Mejor Guión en la Mostra de Venecia. De nuevo se le puede buscar comparaciones, con el cine de Aki Kaurismäki y, sobretodo, con la ópera prima de Fernando León de Aranoa “Familia”. Pero son influencias que, trasladadas a la idiosincrasia griega, conforman una creación diferente de nuevo a todo lo visto.

No obstante, Lanthimos no quiere hacer bandera de lo helénico y definde el cine como lenguaje universal. Cuando le preguntan sobre si “Alps” es una obra condicionada por la crisis que sufre su país, él lo niega y sale con aquello de que en todas partes cuecen habas. En efecto, cómo no identificarse con estos extraños personajes que recurren a la imaginación trastornada por la necesidad para montar un negocio de suplantación. La compañía del título está formada por un conductor de ambulancias, una enfermera, una gimnasta y su entrenador. En el papel de la enfermera se puede reconocer a Aggeliki Papoulia, actriz que interpretaba a una de las hermanas encerradas de “Kynodontas”.

Ofrecen sus servicios a personas que han perdido a un ser querido, reemplazándolo por un actor o actriz según el sexo del finado. No dudan en someterse a los deseos de los vivos, renunciando a su libertad.

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