Gloria LATASA gloriameteo@hotmail.com
Contacto térmico
Cuando tocamos cualquier cosa (una superficie, un objeto, otra persona...), en ese mismo momento, tenemos la sensación de que se encuentra frío o caliente. Normalmente, si el objeto es de madera no nos suele resultar particularmente gélido. Tal vez por eso, el recuerdo de un refugio de montaña nos trae imágenes asociadas a calidez. Por el contrario, el contacto con mármol nos suele resultar especialmente helador. El resultado es que pensamos que la madera es caliente y el mármol es frío, aunque los dos puedan estar a la misma temperatura. ¿Cómo es posible?
La primera sorpresa que nos espera es que el frío, como entidad, no existe. Es sólo una sensación térmica. Lo que sí existe es la energía interna que poseen todos los cuerpos y que puede transferirse de unos a otros. Precisamente, lo que conocemos como calor es esa energía en tránsito. Y lo que conocemos como temperatura es la condición que determina ese flujo de calor, medido en alguna escala (Celsius, Fahrenheit...) por medio de cualquiera de los diversos tipos de termómetros.
Con el contacto térmico, dos objetos que se están tocando inician un intercambio de energía. El calor fluye del cuerpo más caliente al más frío, más rápidamente cuanto mayor sea su diferencia de temperatura. Y con más intensidad si el receptor es un buen conductor (los metales, el mármol...) o con menos intensidad si es mal conductor (la madera). El metal nos hace sentir frío porque nos roba una gran cantidad de energía, en tanto que la madera, al ser mal conductor, nos hace sentir calor en cuanto la superficie en contacto se calienta.
El intercambio de energía entre los objetos en contacto finaliza cuando se produce entre ellos el equilibrio térmico. Si tocamos algo y lo notamos frío, realmente lo que estamos sintiendo no es su temperatura sino la rapidez e intensidad con la que estamos perdiendo calor. Cuando ya no notemos nada es que hemos llegado al equilibrio térmico. Un equilibrio que en nuestra vida cotidiana buscamos poniéndonos más o menos ropa. En definitiva, protegiendo del ambiente nuestro cuerpo con tejidos malos conductores con los que perdemos menos y en menor intensidad el calor.