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Es en una película pequeña como «Kiseki» donde se esconde la maestría de Kore-eda

M. I. | DONOSTIA

La adocenada mentalidad occidental no permite distinguir una película infantil de una película con niños, por eso no todo el mundo supo captar la profundidad de «Kiseki» cuando se presentó en el Zinemaldia, donde se llevó el premio SIGNIS y el premio al Mejor Guión. Los japoneses veneran a los ancianos y a los niños, motivo por el que cuidan con mimo los productos protagonizados por menores de edad.

Baste recordar la sensibilidad descubierta en Takeshi Kitano al acercarse al tema de la infancia en su magistral «El verano de Kikujiro». Obra que sintoniza con la película de Kore-eda, quien viene a ser en «Kiseki» lo que Miyazaki es a la animación en sus últimas creaciones. La banda sonora del duo Quruli así lo expresa, mediante una serie de canciones que son la cima del pop japonés. Temas que adquieren una mayor trascendencia por el datalle de que el padre de los hermanos protagonistas es un músico de rock que no lleva un tipo de vida convencional.

A su cargo tiene al más revoltoso, mientras que la madre educa al serio y formal. Unas diferencias genialmente encarnadas por la pareja cómica infantil Maeda-Maeda, muy popular en su país. Fue injusto que no les dieran el premio de interpretación, por culpa una vez más de tanto Herodes suelto.

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