Los aniversarios son buen momento para recapitular y resituar las cuestiones. En este caso no ha pasado un año, sino solo seis meses, desde que en una sola semana se encadenaron en Euskal Herria dos acontecimientos que abrieron una nueva era histórica con impacto en toda la sociedad: la Declaración de Aiete y el anuncio de ETA del cese definitivo de la lucha armada. Medio año después, dos hechos producidos ayer vienen a remarcar que la vía abierta en la Casa de la Paz donostiarra es la única que tiene futuro y que puede desarrollar ese nuevo tiempo.

Por un lado, el manifiesto firmado en Madrid por unas 500 personas muy referenciales en el Estado, que abre una auténtica cuña dentro del discurso oficial instalado en la capital del Estado, reivindica aquel jalón fijado en Donostia y presenta unos puntos coincidentes básicamente como la hoja de ruta de los líderes internacionales. Por otro, la comparecencia de Lokarri, perfecto conocedor de los entresijos de este proceso como gestor de la Conferencia, para hacer un subrayado sobre su valor y anunciar una campaña de búsqueda de apoyo social que contribuya a mover a Madrid. Uno y otro acto reflejan la contradicción que supone que el primer punto fuera cumplido por la organización ETA en apenas tres días y que, por contra, el Estado español no haya movido ficha alguna en seis largos meses. Medio año en el que el nuevo Gobierno español del PP, con el apoyo inestimable del PSOE y del PNV, está intentando buscar un camino que suplante al de Aiete, basado en desenfoques como condicionar cualquiera de los pasos que le toca dar a una disolución previa de ETA o reducir la imprescindible solución a la cuestión de los presos a una «vía Langraiz» que solo intenta, en vano, crear contradicciones.

Constatar que ninguna representación internacional cualificada respalda estos movimientos erráticos del PP es la prueba incontestable de que Aiete es la vía, no solo la apoyada por la mayoría social vasca, sino la que tiene el aval de la comunidad internacional.