Análisis | pacto PSE-PP
¿Once meses más? Eso sí es una broma
Iñaki IRIONDO
Tontos. ¡Nos toman por tontos! Con tono serio, Antonio Basagoiti intentó ayer vendernos que lo de la víspera diciendo en una conferencia que Patxi López «no tiene fama de muy laborioso» y «tiene menos títulos académicos de Homer Simpson» fue «una broma» que no pretendía «despreciar al lehendakari», sino conseguir que «aprecie que tiene un acuerdo parlamentario para gobernar y dirigir un país, y no para hacer oposición a ningún gobierno». ¿Una broma? ¿Qué es eso de una broma? Ni siquiera entonó un «lo siento; me he equivocado y no volverá a ocurrir» que reconfortara a los críticos de pacotilla.
Basagoiti no solo se burló de Patxi López. Con su gracieta hiriente de amo y patrón lanzó el mensaje de hasta dónde puede llegar sin que el lehendakari se le rebele y las costuras del pacto PSE-PP salten en una reacción en cadena. Agarrada la sartén por el mango, demostró cuánto puede calentarla sin quemarse.
Pero, como explica la tercera Ley de Newton, «cada acción tiene una reacción igual y opuesta». Al convertir lo que podía ser una crítica racional en una burla grosera, Basagoiti mostró su escasa talla política, al tiempo que se desnudó para aparecer como un irresponsable o un bellaco o ambas cosas a la vez. ¿Quién es ese que nos castiga forzándonos a seguir con un lehendakari al que califica de vago e inepto?
Al inicio de su relación, Antonio Basagoiti se gustó diciendo que su coyunda con Patxi López «era más sexo que amor» y lo ratificó en el primer aniversario. Otra frase grandilocuente, cebo para un titular. En realidad, ni siquiera hay sexo, solo interés. En rojo y gualda, pero solo interés.
El de Patxi López es un Gobierno a la deriva y Antonio Basagoiti es el capitán de una embarcación que zozobra que ni en las mejores condiciones ha conseguido más votos que el PSE en los últimos años. En estas circunstancias, el lehendakari y su partido se aferran al mástil (no al timón) para seguir en el barco aunque no llegue a ninguna parte más allá de las elecciones. Y el PP no lo echa porque quiere retrasar el mayor tiempo posible que la ciudadanía vote y reconstruya de forma democrática el mapa electoral de la CAV. Uno y otro saben que en el próximo Parlamento lo que se disputan es ser tercera y cuarta fuerza, aunque también desde ahí pueden ser determinantes.
Probablemente son multitud quienes asisten divertidos a la reyerta barriobajera de Basagoiti con López. Lo que sucede es que, mientras pierden el tiempo en invectivas, la situación política, económica e institucional no hace más que empeorar. Y el egoísmo unionista se niega a dar paso a las urnas porque se sabe incapaz de contener el tsunami abertzale que se avecina y que puede hacer que PNV y el independentismo de izquierda llenen casi dos tercios del nuevo Parlamento.
Entre tanto, el debate mediático se aviva de vez en cuando con números circenses y algo de toreo de salón; pero la vida institucional de la CAV -maldita la gracia- se mantiene entre paralizada y al ralentí, incapaz de dar solución a los problemas económicos, sometida a los decretos-ley que como elefante en cacharrería va redactando Rajoy desde Madrid, y sin abordar debidamente la cuestión de la normalización seis meses después de que en Aiete una delegación internacional encabezada por Kofi Annan fijara una hoja de ruta racional y ETA anunciara el fin de cincuenta años de acción armada.
Tener que aguantar otros once meses más en estas pesarosas condiciones sí que es una broma pesada.