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Ramón SOLA

Cambiar o cambiar

 

En Nafarroa hace meses que se da por seguro que el Gobierno de coalición no acabará la legislatura. La única duda es hasta cuándo estirará el PSN un cambalache que ha perdido ya cualquier sentido por una doble razón. La inédita coalición se gestó en un momento en que el PSOE aún estaba en La Moncloa y le interesaba estirar el buen rollito con UPN, pero ahora es el PP el que manda con el apoyo férreo de Barcina. Por otro lado, se firmó antes del cese definitivo de la lucha armada de ETA, que entre otras muchas cosas entierra todas las excusas utilizadas históricamente por el PSOE para evitar cualquier acuerdo con los abertzales.

Algunos indicadores, todavía tibios, indican que el PSN es consciente de todo ello. Pero este congreso le ha llegado demasiado pronto a un partido tan lastrado por sus inercias su nulidad ideológica y la carencia endémica de líderes potentes. Con todo, que un outsider sin pedigrí anterior ni vocación real de cambiarlo todo como Campillo haya llegado a alcanzar casi un 40% revela que buena parte del PSN empieza a asumir que no tiene más que dos opciones: cambiar o cambiar. Habría sido gracioso ver ayer la cara de Rubalcaba -el máximo exponente del anquilosamiento del PSOE- si su delfín Robert, como le llama cariñosamente, se hubiera pegado el batacazo.

Sea cuando sea, la ruptura del Gobierno navarro llegará ya tarde para el PSN y para un Jiménez al que le toca el penoso papel de justificar los hachazos presupuestarios decretados por UPN. Y, más allá aún, ni eso le salvará ante las urnas si no emprende ya la auténtica reflexión de fondo: en Nafarroa se ha abierto otra era también, y el PSN solo tendrá un papel sólido si deja de vetar el acceso al poder de la auténtica mayoría social que es de izquierdas.

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