El resurgimiento que ha vivido el sistema 3-D en el medio cinematográfico ha tenido su consecuente prolongación en el formato doméstico lo que ha provocado una carrera contrarreloj entre las diversas empresas dedicadas al sector catódico. Dejando a un lado la primera gran andanada publicitaria que fue anunciada por el sector industrial de la pornografía -auténticos pioneros y «visionarios» a la hora de sacar el mayor rédito posible a las nuevas tecnologías-, este intento por reconvertir nuestro tótem doméstico en algo similar a aquel espejo que imaginó Lewis Carroll para la pequeña Alicia, se ha convertido en punta de lanza comercial y objeto de deseo para los grandes emporios tecnológicos que pretenden vendernos este modelo de realidad virtual cuando todavía está en periodo de experimentación.

Consumer Electronic Show

En enero del año pasado, más exactamente desde que tuvo lugar en los Estados Unidos la feria de tecnología más importante del mundo -el Consumer Electronic Show (CES), se presentó con mucha pompa y circunstancia una nueva invención que pretendía ser el epicentro del entretenimiento doméstico, algo que iba más allá del evidente cambio de calidad que supuso el salto del plasma a LCD: la televisión 3D.

Cansancio de la vista

La organización Consumer Reports afirma que cerca del 15 por ciento de las personas que ve una película sufre de dolor de cabeza y cansancio de la vista, imágenes borrosas, incomodidad con las gafas y un deseo por disfrutar un mejor efecto 3D. Si a ello le unimos el alto coste de estos aparatos y que todavía no existe mucho material, películas, progra- mación, que pueda ser visionado en este formato doméstico, nos encontramos con un fenómeno que todavía se encuentra en plena fase de maduración, un simple y costoso capricho virtual.