Hasta el momento, el fútbol protagonizado por los equipos de las dos grandes corporaciones mediáticas, sociales y económicas, sigue provocando las coincidencias frente al mismo espectáculo televisivo de las máximas concentraciones humanas. Las cifras globales, asustan. Diría que son tremendistas. Porque diez millones, doce, cincuenta, contados de uno en uno, es un trabajo ímprobo, una concepción inabarcable para cualquier ser humano no digitalizado. Escribimos, hablamos, de millones de telespectadores con una superficialidad exagerada. Tanta coincidencia debe encerrar algún truco, algún misterio indescifrable que no puede responder a impulsos simples, sino a elaboraciones de laboratorio, a conspiraciones cósmicas que hagan coincidir a todos los seres humanos, con mando a distancia en mano, como para dejarse llevar por esas imágenes de un juego codificado.

Sería posible en un programa experimental, con la financiación suficiente, el tiempo no tabulado, los resortes sociales, políticos, mediáticos apropiados, crear una necesidad similar a tantos millones de individuos del planeta Tierra. La marca que vende felicidad con fórmula secreta carbonizada, ha logrado algo parecido. Lo mismo que otros productos de consumo masivo que conocemos más por su marca que por su función o servicio. Pero estas cifras del fútbol en los diez o doce partidos del siglo que se programan cada temporada, debe responder a provocaciones primarias muy bien canalizadas hacia unos colores, una bandera. o unos intereses inmobiliarios.

Parece ser que la Liga ya tiene dueño. Coincide con una noticia tremendista: un alto cargo del Real Madrid de Mourinho, ha sido despedido ya que colocó en una red social frases de una violencia fascista incomprensibles. Se había acelerado. Es un alto cargo situado en un lugar de difusión y comunicación, es decir, no era un espontáneo, sino alguien al que se le ha escapado un poco el énfasis. La correspondencia entre estética, ética y campeón de Liga en España, empieza a ser un poco más que sospechosa. En estos momentos de reconquista de la España unida, que gane el Real Madrid que habla portugués imperial, es un síntoma más del tremendismo actual.