Tiene razón Izco cuando dice que en el fútbol al final «o te vas o te echan». Así que es una gran señal que se marche con el equipo salvado hace ya semanas y que todo el revuelo se reduzca a la filtración de la noticia, dado que lo habitual es que los cambios de presidentes vayan ligados a batacazos deportivos o colapsos económicos. Es más, si se afirma que cada crisis abre una oportunidad, una no-crisis lo hace todavía más. El relevo puede servir, por ejemplo, para reconducir la demanda a las instituciones de más ayuda, para la que no cabe respuesta positiva en esta situación y que incluso puede tener un efecto bumerán contra el club, en un momento en que la ciudadanía padece otras prioridades mucho más acuciantes y sabe que los clubes de fútbol en general no están para pedir, sino más bien para empezar a reintegrar sus deudas con el patrimonio común, léase Hacienda o Seguridad Social. En resumen, que será más productivo que quien sustituya a Izco mire qué puede hacer dentro de casa.

La Directiva actual se está aplicando bien en la tarea de recortar gastos, con renovaciones a la baja -empezando por la de Mendilibar-, evitando pagar traspasos y revalorizando la cantera. Pero falta aplicarse también en el aumento de ingresos de generación propia, algo en lo que Izco, por cansancio o falta de imaginación, no ha atinado. Habrá que adecuar a la realidad actual los precios de las entradas -35 euros la más barata ante el Málaga, un lunes, es el mejor modo de lograr que no acudan ni 14.000 personas-. Potenciar la cantera también en las gradas -donde dejaron vender entradas infantiles sin explicación-. Volver a sacar partido a la camiseta -dos temporadas sin publicidad deberían bastar para constatar que ese mercado también se ha desplomado-. Un reto para alguien con ganas... y con ideas.