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Raimundo Fitero

Pagar la bebida

 

El portavoz de CiU en el parlamento español es un personaje de látex que se viste en sastrería a medida. Es un figurón televisivo, aparece en televisiones, radios y demás medios y parece ser que tiene un discurso para cada temporada y moda, incluso los acomoda al color de la gomaespuma que cubre los micrófonos de cada canal. Duran i Lleida vive a cuesta del presupuesto desde hace tanto tiempo que ni se acuerda nadie de sus asuntos de corruptelas, de sus pactos, de sus vinculaciones con las derechas españolas con afición. Pero tiene el pico de oro de un representante de lencería política fina, de la que se puede encontrar en los pasillos del Palace, hotel en el que reside cuando está en la capital del reino. Todo va bien hasta que se dedica a traducir refranes, o cuando tiene que decir lo contrario de lo que piensa, que es bastante a menudo.

Ahora hace ver que se ha enfadado con Rajoy porque no ha cumplido con la parte del Estatut que habla de la financiación de Catalunya, y por ello ha hecho un gesto inútil, no decir el sí enfático que deseaba a unos presupuestos realmente violentos para la inmensa mayoría de la ciudadanía. Eso de ser «cornudo y pagar la bebida», es un invento de escapismo, una fijación del tópico y para demostrar que a un catalán, peor que ser cornudo es tener que pagar la ronda. En fin, los presupuestos, cuando éramos políticamente activos, los considerábamos el eje central del discurso político. Hoy son unos números y unos conceptos defendidos o atacados desde la verborrea, el refranero y la indulgencia plenaria.

Lo de pagar la bebida es algo importante, ya que forma parte de un rito, de una convención, de una socialización. Y ya que hablamos del yema y sin ánimo de señalar, el ministro Montoro, ¿bebe? Insisto en la duda razonable. Su cara, sus reacciones, su voz, su soberbia, su humor es muy reconocible. Menos su lenguaje técnico, su visión oblicua, sus metáforas ramplonas. Ha logrado quedarse solo en la votación de ese ataque general a los contribuyentes, pero como dice su jefe, que está de ronda, eso es un signo de la fuerza política que tienen y de que van a solucionar la situación económica. Eso es, ¡Viva el vino!