Mikel INSAUSTI

Nunca he creído que el cine contemplativo pueda ser cerebral y si disfruto tanto con él es por su alto nivel emocional. Me emociono cada vez que veo «El cielo gira», pero el siguiente documental creativo de Mercedes Álvarez me ha dejado frío en su conjunto, salvo por la genial intervención del señor Jesús, el viejo vendedor del mercadillo dels Encats de Barcelona que hace las veces del abuelo Antonino de Aldealseñor. Y no es una cuestión de haber pasado de la sencillez del mundo rural a la complejidad del urbano, porque «Mercado de futuros» aborda también el mismo discurso sobre el tiempo.

Si «Mercado de futuros» exige una comprensión más intelectual que aquella inicial «El cielo gira» es por culpa de la voz en off, que determina antes de cada capítulo lo que el espectador va a descubrir a través de las imágenes, ya sin narrador de por medio. La locución versa básicamente sobre la mnemotecnia, atribuida al pensador jónico Simónides de Ceos. La legendaria anécdota del trágico banquete en el que pudo identificar a las víctimas provocadas por la caída del techo gracias al recuerdo del lugar preciso que ocupaba cada comensal, inaugurando así la aplicación práctica de la memoria, sirve de invitación a una reflexión sobre la deslocalización que sufre la sociedad actual del desarrollo. Se ha perdido la relación existente entre los objetos y su valor real, dando paso a la pura especulación.

Se especula con las antigüedades, que vaciadas de su verdadero significado para las personas que las poseían, acaban en rastros donde ya pierden su sentido originario. Se especula en las ferias inmobiliarias, en las cuales venden sobre plano urbanizaciones, hoteles o campos de golf que todavía no se han construido. Se especula en los congresos de liderazgo para ejecutivos, destinados a vender humo, a transmitir supuestos valores intangibles como falsa moneda de cambio.

Se especula en la Bolsa, con corredores que adquieren las deudas de empresas o de países arruinados utilizando términos de uso interno que pervierten el lenguaje hasta límites que hacen pensar inevitablemente en la muerte de la cultura y de la civilización.