Patxi Zabaleta | (X) Pruebas de cargo de la conquista de Navarra. Noveno testigo de cargo
Jaime Velaz de Medrano
El jefe militar del castillo de Amaiur era Jaime Velaz de Medrano. Dirigía un grupo de 200 personas, con muy poca caballería y apenas algunas escasas piezas de artillería. Eran ayudados desde fuera del castillo por otras partidas de luchadores, a algunos de los cuales dirigía el hijo del mariscal de Navarra, preso ya en Simancas. Fueron atacados por un imponente ejército castellano de 10.000 personas, con importante presencia de artillería y caballería.
Amaiur se rindió el 22 de julio de 1522 y los pocos defensores que quedaban encastillados fueron llevados presos a Iruña, conforme se había pactado en la capitulación, pero diez días después Jaime Velaz de Medrano y su hijo murieron envenenados. Aunque en las historias oficialistas se ha querido oscurecer la autoría del envenenamiento de la familia Velaz de Medrano, no cabe duda del mismo, vistos los antecedentes y las circunstancias.
Los demás defensores del castillo no fueron ajusticiados y algunos de ellos aún siguieron luchando más tarde en la batalla de Ondarribia, en 1524. Amaiur ha quedado como simbolismo de ser el último bastión de la resistencia de los independentistas navarros en el actual territorio de la Alta Navarra; no obstante, no cabe olvidar que algunos de tales luchadores –mujeres y hombres– siguieron luchando además de en Ondarribia, también en la sexta merdindad de Iparralde, que había sido conquistada por el Duque de Alba, por cierto, el mismo Gran Capitan que conquistó el reino de Nápoles, ciudades africanas y luchó en Flandes para el católico.
Ciertamente los demócratas no somos siervos de la historia, ni estamos supeditados en nuestras decisiones por la historia. Las decisiones que adoptamos y las reivindicaciones que formulamos las basamos en la soberanía de la dignidad humana. Hay que rechazar la tentación de levantar un historicismo vasquista frente al historicismo españolista.
Los pueblos son personas colectivas, que subsisten en el tiempo, trascendiendo a la vida de las personas físicas. Lo importante y entrañable de pertenecer a un pueblo es que podemos afirmarnos, sentirnos y declararnos «nosotros» junto con los antecesores y junto con los descendientes.
El pueblo es sujeto de derechos colectivos, que se actualizan a lo largo del tiempo en la sociedad de cada momento, igual que la persona individual es sujeto de derechos humanos individuales, que también se actualizan democráticamente en cada momento. Ni los derechos colectivos ni los individuales se heredan, sino que se ostentan por su propia dignidad. Ese es el debate sobre el historicismo, que es un debate político y antropológico; no propiamente histórico.
La muerte de los Velaz de Medrano, padre e hijo, –envenenados para ocultar su ajusticiamiento de facto– fue no solo una responsabilidad de quienes que los tenían presos, sino también un incumplimiento de los términos de la capitulación de Amaiur. Su historia es una prueba incontestable más, la prueba de un testigo de cargo, de que la conquista de Navarra fue estrictamente militar. Luego vendrían las justificaciones propagandísticas, los ropajes jurídicos y legales, y hasta las pomposas frases y términos de legitimación, constextualización y defensa en suma de la irreversibilidad de la nueva situación de dominio. Jaime Velaz de Medrano no tiene aún una avenida, ni una plaza, ni una calle, ni una plazuela en Iruñea. Mientras tanto, en la escalinata de la entrada principal del Ayuntamiento de Iruñea el primer cuadro corresponde al Falsario. Se podría decir que Jaime Velaz de Medrano sigue esperando a la independencia… si tal imagen no se entendiese más que una alusión lírica no restrictora de la libertad de decidir.