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Jean-marie broucaret | DIRECTOR DEL FESTIVAL TRANSLATINES Y de LA COMPAÑÍA CHIMÈRES

«La mezcla de culturas hace de Euskal Herria un laboratorio cultural»

Premiado con el Max Latinoamericano, Jean-Marie Broucaret es director artístico y fundador de uno de los festivales con mayor reconocimiento en Ipar Euskal Herria. Translatines acerca el mundo del teatro latinoamericano y peninsular a Baiona. Broucaret es también actor y director de Chimères, una de las compañías de teatro más importantes de Lapurdi.

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Idoia ERASO | BAIONA

De vuelta de París, donde Jean-Marie Broucaret ha presentado el premio ganado la reciente gala de los Max -los galardones de las artes escénicas del Estado español-, el director se muestra entusiasmado, en parte por las facilidades de financiación que podrá aportarle a este festival que, en los últimos años, ha conocido graves problemas económicos.

¿Qué le ha supuesto ganar el premio Max?

Es el reconocimiento de treinta años de trabajo, el reconocimiento de los colegas del otro lado de la frontera, el reconocimiento de una herramienta común a través del festival. Simbólicamente, también ha sido un momento intenso, porque se pone en evidencia el trabajo que durante todos estos años han hecho unos y otros. Hemos tratado de tender puentes y hemos conseguido hacerlo gracias a muchos colaboradores. Ha sido emocionante y portador de futuro.

¿Cómo fue la presentación del premio en París?

Hicimos un encuentro con gente de América y representantes de los Ayuntamientos de Baiona y Bokale, en donde comenzó el festival. Acudieron muchos periodistas y tuvimos la ocasión de abrir nuevas perspectivas. Así, en 2013 vamos a trabajar con países andinos como Perú, Bolivia, Colombia, Venezuela o Ecuador. Como había representantes de todos esos países, fue la ocasión perfecta para hacer contactos y, evidentemente, también de entrar en el microcosmos parisino, que a veces se queda un poco fuera de la realidad y de las cosas que pasan fuera de la capital. Los medios parisinos prestan menos atención a lo que ocurre fuera que los medios madrileños. Teniendo en cuenta el eco que esta propuesta puede tener en el extranjero, también nos ha valido para pedir al Estado que se implique en la financiación.

¿Cómo presentaría el festival Translatines a alguien que no lo conoce?

Es un festival que se basa en mostrar el teatro de todo el mundo ibérico y Latinoamericano. No se trata tan solo de obras en lengua española, también hay trabajos en el idioma de origen, por ejemplo el espectáculo en mapuche -la lengua de los indios americanos- que presentamos el año pasado o las obras en euskara. Se trata de mostrar también esas particularidades, las grandes tradiciones que componen la amplia definición de lo que sería el teatro ibero-americano.

También queremos que se reconozca lo que es diferente de nosotros, enriquecerse de la diferencia. Estamos en un mundo cada vez más xenófobo y en un momento de riesgo. El festival busca lanzar puentes a través del teatro y la cultura y enriquecerse de la diversidad, y es por eso que hoy en día tiene mucha fuerza y legitimidad.

¿Por qué América Latina?

Porque ha habido un desarrollo en el tiempo y también el deseo de abrirse a todo ese mundo tan diferente. Cuando vas a América Latina percibes la influencia ibérica, pero también todas las culturas precolombinas.

El próximo festival estará consagrado a los países andinos, que mantienen con mayor fuerza su cultura de origen a través de la cultura india que sigue viva. Pasa como en Euskal Herria; son países con identidades muy fuertes en lo referente a la lengua, la cultura y a su identidad. Esos países también están en el mundo moderno y lo que nos interesa es ese cruce entre tradición y modernidad. Estos pueblos, a través de su visión, pueden enseñarnos mucho sobre el mundo de hoy en día.

Muchos difusores franceses y europeos nos llaman para preguntarnos qué hay de interesante en el continente americano, y este festival es un escaparate para que la gente pueda verlo.

La historia del festival no ha sido fácil. Hace unos años tuvieron que pasar de un festival anual a un bienal.

Es difícil hacer un festival todos los años. Es triste ver que el Estado retira sus compromisos hacia la cultura. Menos mal que tenemos la legitimidad del público, porque los políticos están por detrás de la población. También hay que agradecer al Ayuntamiento de Baiona que nos haya ayudado tanto durante los últimos tiempos, pero nunca se sabe, porque ellos también sufren la crisis.Es una lucha continua, porque a pesar de estos 30 años o el premio Max -que a nivel económico puede ser un argumento más-, en el ámbito económico seguimos en la cuerda floja. La ventaja de hacer un festival cada dos años es que tenemos tiempo para hacer viajes y conocer nueva gente; podemos hacer un festival más enriquecedor. En Europa sobre todo se conocen Chile, Argentina, Brasil y México, pero sobre Bolivia, Perú o Ecuador se sabe muy poco. Queda mucho por hacer.

¿Cómo ha evolucionado el festival en sus 30 años de camino?

El festival empezó en 1981, a iniciativa de la compañía de teatro Chimères que tengo el placer de dirigir. En cuanto creamos la tropa nos dimos cuenta de que había obras muy interesantes que no se mostraban aquí. Al principio no estaba basado en el teatro ibérico y mucho menos en el latinoamericano, porque no lo conocíamos. A los dos o tres años nos dijimos que la singularidad que podíamos darle a nuestro festival era utilizar lo que se vive aquí cotidianamente: la mezcla de culturas que hace de Euskal Herria un verdadero laboratorio cultural. Está la cultura vasca, fuerte, y también están la cultura francesa y la española; es una mezcla constante que hace que vivamos en una porosidad cultural. Estamos acostumbrados a que haya varias culturas en el mismo lugar y esto nos ha dado una sensibilidad especial. Los años 80 fueron los años de la «Movida». En Barcelona había una gran vitalidad teatral con propuestas teatrales novedosas; nos basamos mucho en esa Movida, en La Fura dels Baus, Els Joglars... Todas esas jóvenes compañías venían a Baiona todos los años y esto le dio una cierta identidad innovadora e indisciplinada al festival. Más tarde, en el año 1992, a raíz de las conmemoraciones del aniversario de la conquista de América Latina, tuvimos la posibilidad de abrirnos a esos países. Fue así como entramos en contacto con varios teatros de América Latina. Al principio eran tan solo uno o dos espectáculos, porque las compañías no estaban cerca y hacerlos venir no era fácil, pero con el tiempo hemos ido mejorando.

 

particularidad

«Se trata de mostrar las particularidades que componen la amplia definición de lo que sería el teatro ibero-americano»

Difícil

«Es una lucha continua. A pesar del recorrido de 30 años o el premio Max, a nivel económico seguimos en la cuerda floja»

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