El 1 de abril de 2009 quedó firmado el acuerdo entre PSE y PP que permitió que, cuatro días después, Patxi López fuera investido lehendakari del Gobierno de Lakua. «Bases para el cambio democrático al servicio de la sociedad vasca» fue el pomposo título que encabezó un documento en el que ambos partidos establecieron su particular decálogo para, según sus propias palabras, aprovechar «una oportunidad única en los 29 años de vida del Estatuto de Autonomía de Gernika para que el cambio político y la alternancia se abran paso en Euskadi».

El texto arranca afirmando que quien había propiciado esa «oportunidad única» había sido «la sociedad vasca» a través de las elecciones autonómicas que se llevaron a cabo el 1 de marzo. Observando los resultados registrados en Araba, Bizkaia y Gipuzkoa hace tres años, se constata que en realidad no fue así.

Ni el partido de Patxi López logró más votos que el del candidato jeltzale a lehendakari, Juan José Ibarretxe, ni el PSE consiguió más escaños que el PNV, y la única fórmula que permitió a los dos partidos unionistas alcanzar la mayoría absoluta en la Cámara autonómica fue la de anular más de 100.000 votos procedentes, como el resto, de «la sociedad vasca». De esa forma culminaba en cierta medida la fase de la ilegalización de la izquierda abertzale.

Mariano Rajoy, el actual presidente del Gobierno español, fue testigo en directo de la sesión de investidura en la que Patxi López fue conducido hasta Ajuria Enea con los votos del PP de Antonio Basagoiti.

Desde entonces, el Ejecutivo monocolor no ha tenido mayores problemas para ir consumiendo sin sobresaltos la legislatura -que se agotará dentro de once meses si no media una convocatoria anticipada-, ya que ha cumplido su palabra de mantener una «relación preferente» con el PP, especialmente en lo referente a la «negociación sobre los Presupuestos de la Comunidad Autónoma Vasca, para garantizar su aprobación», como se estableció en el acuerdo.

Debate socioeconómico

Es cierto que durante estos tres años se ha avanzando en «el deseo de inaugurar un tiempo de cambio» expresado por la ciudadanía vasca y se ha abierto «una oportunidad irrenunciable para defender las libertades, conseguir la paz, la igualdad, la convivencia, la tolerancia y el pluralismo político». Pero no se puede atribuir esa esperanza de cambio recogida en el acuerdo PSE-PP a la labor del Gobierno de Patxi López.

No obstante, el espacio en el que en las últimas semanas se están produciendo los mayores econtronazos entre PSE y PP no es el de la «pacificación», sino el económico. El rechazo que está expresando el Ejecutivo de Patxi López a los recortes impuestos por el Gobierno de Rajoy -que no conllevará su incumplimiento- está provocando un evidente malestar en las filas del partido de Basagoiti.

Resulta llamativo que mientras el líder del PSE arremete contra la política económica de Rajoy -el viernes lo hacía en un artículo de opinión publicado en «El País» bajo el titular «Otra receta contra la crisis es posible»-, el PP se esmere -como en el último pleno del Parlamento de Gasteiz- en subrayar los recortes sociales ejecutados por López. Llamativo, porque ni siquiera así se abre una crisis de confianza entre ambos socios, aferrados a un pacto que parece inquebrantable.