Antonio ALVAREZ-SOLIS | Periodista
La raíz genética
Decididamente España carece del gen de la flexibilidad. Ello produce que su política sea rígida y, en consecuencia, frágil y peligrosa por falta de continuidad y adaptación. Es una política de colisión. Del «no» como principio de toda acción. De ahí sus constantes fracasos, que obligan a sus dirigentes a repetir la vieja petición de «reconstruir» España como único programa pensable a la vista de un paisaje permanentemente desbaratado.
La certificación de lo que digo está en el simple lenguaje de sus políticos, poblado de sandeces. De ahí proviene, creo, el escasísimo prestigio de lo español en el marco internacional. Ahora mismo el ministro del Interior en el Gobierno de Madrid ha dado un portazo a un correcto discurso intelectual sobre la cuestión de ETA y de sus presos. El Sr. Fernández Díaz ha dicho algo que rebota en cualquier tipo de razón. Primero ha declarado que la Comisión Internacional de Verificadores, reunión de personas en busca de un camino para solventar el problema, no tiene «ninguna legitimidad», con lo que sopla la ya escasa luz del candil. Después ha añadido la «españolada»: «Con la Guardia Civil y la policía tenemos suficientes verificadores para comprobar si ETA se disuelve o no». Es decir, la política española vuelve a estar en manos de un guardia.
Creo, además, que un negocio de esta enjundia no puede reducirse a un «lo toma o lo deja». Añadamos: el joven socialista Eduardo Madina ha sublimado la estupidez ministerial añadiendo que su partido estará con el Gobierno «aunque se equivoque» ¡Magnífico patriotismo este de sostener la equivocación como pacto! Pero hay más y esto lo abordaremos despacio, Sra. Cospedal, que lo dicho por usted es para hacer sopas.