Ainara Lertxundi Periodista
No son Chen, son palestinos
Si alguien menciona el nombre de Chen Guangcheng, a muchos, seguramente, les vendrá la imagen del disidente chino con gafas oscuras debido a su ceguera en la embajada de Estados Unidos en Beijing. Los grandes medios han reproducido su historia durante días, su imagen ha sido portada en varias ocasiones y su demanda de asilo ha llegado a poner en jaque las relaciones diplomáticas entre ambos países.
En cambio, Thaer Halahla y Bilal Diab no figuran en la agenda de los principales medios. Ni su imagen ni su lucha por los derechos humanos, por un trato digno y por un proceso judicial con plenas garantías ocupan titulares. No son ciudadanos chinos. Son simples palestinos que llevan más de 70 días en huelga de hambre y cuyo estado es de extrema gravedad. Les acompañan cientos de presos palestinos que, desde el 17 de abril, día del Preso Palestino, se han sumado a esta extrema forma de protesta en contra de una figura legal pero injusta a todas luces, la llamada «detención administrativa», que permite la reclusión sin cargos de una persona por tiempo indefinido y sin que el detenido ni su defensa tengan derecho a conocer las acusaciones. Todo en nombre de «la seguridad» del Estado israelí.
El Tribunal Supremo acaba de denegar la libertad de Halahla y Diab, aunque por motivos médicos ha recomendado su excarcelación. Su estado actual hace temer un desenlace fatal.
Estos presos en huelga no solo se enfrentan a las irreversibles consecuencias que acarrea un prolongado ayuno. También deben afrontar las provocaciones, el traslado a celdas de aislamiento como castigo añadido, la incautación de objetos personales, la prohibición de recibir visitas de familiares, de ser examinado por un médico de confianza o a ser tratado en un hospital civil. A ello se suman las fuertes presiones para que abandonen la huelga o la excarcelación a cambio de la deportación, como en el caso de Hana Shalabi, que, tras 43 días en huelga de hambre, fue deportada a Gaza, lejos de su familia. Probablemente, otro sería su destino y su interés mediático si su lugar de nacimiento no indicara Palestina.