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El «doloroso proceso» de los presos palestinos

Las duras condiciones de reclusión de los presos palestinos se han tornado extremas a raíz de la huelga de hambre que estos llevan a cabo para exigir el fin de las llamadas detenciones administrativas -sin cargos ni juicio- o visitas de sus familias, entre otras cuestiones. La mayoría comenzó la protesta el pasado 17 de abril, pero algunos lo hicieron antes, como Bilal Diab y Taher Halahla, este último en estado muy grave, que llevan más de 70 días sin ingerir alimentos.

Esa masiva huelga de hambre es un asunto preocupante por la gravedad de la situación en la que alrededor de dos mil personas se encuentran a causa de una política flagrantemente enfrentada a la más elemental contemplación de los derechos humanos. Medidas como el encarcelamiento de palestinos bajo ese inhumano régimen solo son comprensibles desde un afán vengativo que encuentra acomodo en una decisión política de no reparar en métodos para destruir al adversario. Pero también es preocupante la hipócrita y prácticamente nula reacción de una comunidad internacional que en casos como este dilapida su supuesta legitimidad. Mientras cualquier protesta en otros países con una atención mediática de la que carece la situación de Palestina merece la enérgica protesta y las presiones de quienes se reclaman guardianes de los valores democráticos, la extrema situación de los presos palestinos apenas ha provocado una tibia y retórica llamada a solucionar el problema, pero no la implicación en una firme reclamación del respeto incondicional a los derechos humanos, y mucho menos en presionar a quien los vulnera.

Ante la represión del Estado israelí y la indiferencia internacional, dos mil palestinos mantienen con determinación una dura lucha para la que cuentan con una única arma, cual es poner en peligro su vida, «un proceso doloroso en el que el único soporte es el apoyo popular». Por eso, existe otra poderosa arma, que no está en sus manos pero sí en las de todo aquel que no es indiferente a la injusticia y el abuso de los poderosos: la solidaridad.

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