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NARRATIVA

Una filósofa imaginada

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Iñaki URDANIBIA

Salta la sorpresa al ver el título del libro y constatar el desmedido tamaño de este, y lo digo porque cualquiera que se haya movido entre textos filosóficos nunca habrá visto más que algunas breves líneas sobre la filósofa griega nombrada. Sin ánimo de pasar lista, diré que Diógenes Laercio en su «Vidas, sentencias y opiniones de los filósofos griegos» la nombra sin más, de pasada, En textos posteriores Rodolfo Mondolfo, Ferrater Mora, Copleston, Brice Parain, François Châtelet... ni la nombran ni siquiera en textos feministas o centrados en las mujeres ocupa Aspasia más de unas pocas líneas, ahí están los de Gilles Ménage, de Nuria Solsona i Pairó o el ya clásico de Giulio de Martino y Marina Bruzzese. Cierto es que Platón se refiere a ella como maestra de retórica en su «Menéxeno».

La sorpresa inicial de la que hablo, llega por la amplitud de la novela de Medem teniendo en cuenta la falta de información sobre Aspasia. En un mundo androcéntrico como el de la Grecia clásica en el que se consideraba a las mujeres como menores de edad, necesitadas de un hombre que las guiase, ideas sancionadas por Aristóteles: «Un macho es macho en virtud de una capacidad particular, una hembra es una hembra en virtud de una incapacidad particular». Aspasia, al no ser originaria de Atenas, era el ejemplo más destacado de Hetaira, mujer libre que se convirtió en compañera de Pericles.

La intención de Julio Medem de sacar a tal dama del olvido, destacando su fuerte e influyente personalidad, no cabe duda de que es encomiable del mismo modo que resulta de una profunda flojera el modo de llevarlo adelante, y es que resulta francamente dificultoso sacar de la nada, o casi, un volumen semejante, aun usando «levadura» . La historia de la mujer desde su infancia jónica a su posterior traslado a Atenas y su variopinta e influyente existencia nos es narrada con momentos que son pura divagación, como si se tratase de un relleno para destacar a la protagonista y ante la insuficiencia de la tarea diseminar la prosa por aspectos contextuales, que errar tampoco es que sea el colmo de lo certero, aun teniendo en cuenta que no estamos ante un libro de historia sino ante una historia ficcionada.

En aquel universo en el que lo negativo, la sangre, lo húmedo, lo insuficiente, la naturaleza, la emoción y el caos eran atribuidos a las mujeres frente a los valores masculinos: lo positivo, el esperma, lo seco, lo suficiente, lo completo, la razón y el orden, la figura de Aspasia rompía con estos prejuicios al convertirse como dijese Plutarco: «En inspiradora en los filósofos de unos intereses no débiles, ni desdeñable». Y Medem vuelca su admiración en ella, dándola a conocer a su modo.

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