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Desde la India hasta Usurbil, misma mirada, mismo objetivo

Nada mejor que intercambiar experiencias sobre un mismo asunto para aprender del resto y enseñar de lo propio. El congreso Zero Waste Europe, que arrancó ayer en Donostia y concluirá mañana, ha recibido a representantes de Hungría, Eslovenia, India, Catalunya y Estados Unidos. Juntos visitaron Hernani y Usurbil, donde la curiosidad provocó muchas preguntas.

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Oihane LARRETXEA

Ver las cosas con los ojos de una misma ayuda a comprenderlas mejor. En el caso del sistema de recogida puerta a puerta también. Representantes de los países arriba mencionados visitan estos días la capital guipuzcoana para participar en el congreso anual de Zero Waste Europe, que ha elegido la ciudad costera teniendo en cuenta, por un lado, la oportunidad que se ha abierto en el territorio y, por otro, los buenos resultados que este sistema ha logrado en Oiartzun, Hernani, Usurbil y Antzuola.

La mañana estuvo dedicada a realizar sendas visitas a Hernani y Usurbil. En la primera localidad -donde dos días antes el puerta a puerta cumplió su segundo aniversario- visitaron uno de los puntos donde se ubican los ganchos que sostienen los cubos, el situado en la parte trasera del frontón, en los Tilos. Muchos de los presentes destacaron la limpieza del lugar, y por eso preguntaron quién se encarga del mantenimiento y con qué dinero se sufraga.

También se mostró el interior de un portal de la calle Mayor, porque en su día el vecindario optó por colocar los ganchos dentro, y no fuera. «Solo un tercio de los vecinos se decantó por esta opción -dijo el alcalde, Luis Intxauspe-, pero ahora muchos quieren cambiarlo porque resulta más cómodo».

Dejando de lado los cubos, en Usurbil la atención se centró en el punto de recogida de emergencia -un servicio del que disponen los usurbildarras si, por ejemplo, por el horario de trabajo les es imposible bajar la basura a las horas indicadas-, así como en los cinco puntos comunitarios en los que se hace compost.

Aquí sorprendió gratamente el hecho de que es el Ayuntamiento quien cede los terrenos a las familias que no tienen alguna parcela pero que quieren hacer compost. «¿Y qué se hace con lo que se produce?», preguntó una de las participantes del congreso. «La familia puede hacer uso de ello, pero si no tiene interés, el Ayuntamiento lo emplea como abono», explicó la alcaldesa, Mertxe Aizpurua.

Más que interés, lo que causó perplejidad en la india Malati Gadgil, directora ejecutiva de la cooperativa Swach, es que las personas que lo hacen se benefician de una reducción del 40% en la tasa de las basuras. «¿40%?», preguntó insistentemente, dejando entrever que algo así es impensable en India.

Casa a casa, hasta 320.000

Después de enseñar el modelo propio, tocaba mirar al exterior para aprender y tomar nota. Conxi Ramos, inspectora ambiental del Ayuntamiento de Argentona, contó a GARA que en la localidad barcelonesa implantaron el sistema puerta a puerta en el año 2004, aunque en aquel entonces solo separaban la fracción resto y el orgánico. Cuatro años más tarde añadieron los envases y el cartón, y en 2010 implantaron el pago por generación de envases y resto. «Políticamente hubo reticencias -recordó-, pero esto ha ayudado a generar menos envases porque las familias tienen mayor conciencia sobre la cantidad que se genera. La sensibilización es mayor». A su juicio, los cambios han de hacerse desde cada casa, «yendo a la pescadería o carnicería con el tupper, comprando productos que no contengan bandejas de poliespan o consumiendo yogures en tarros de cristal». Comentó que estos pequeños gestos «cuestan más si son considerados como un sacrificio».

Ahora, a los 95 euros anuales de la tasa municipal de basuras le han incrementado el precio de las bolsas. Teniendo en cuenta los miembros de cada familia, asignan un número determinado a cada hogar. Bolsas que valen dinero. «De esta manera se intenta hacer ver cuántas bolsas debieran consumir y cuántas generan en realidad».

Desde Euskal Herria a Catalunya, y desde allí a India, concretamente a Pune. Se trata de la octava aglomeración urbana más grande del país, con una población de más de cuatro millones y medio de habitantes.

Allí, el sindicato de recicladoras KKPKP se creó en 1993, dirigido a separar los residuos. Hoy, hay más de 7.500 personas que se dedican a ello, de las que el 90% son mujeres. Más adelante surgió la cooperativa Swach, propiedad de las mujeres recicladoras y que se encarga de la recolección y de la gestión de los residuos sólidos.

Rebecca Kedari es una de esas recolectoras. Su jornada comienza a las 8.00 y se prolonga hasta las 18.00, de lunes a sábado. En vez de puerta a puerta, Kedari lo llama «paso a paso», porque recogen los residuos orgánicos y no orgánicos, lo reciclable y lo compostable, en cada puerta de 320.000 casas. Como curiosidad, señaló que lo reciclable se divide en dieciséis tipos.

Venden el material a pequeños compradores; de hecho, su sueldo depende de ello, pero estos pequeños comerciantes lo venden después a grandes compradores, y así sucesivamente. Por eso, uno de los objetivos que tienen marcados es quitar el mayor número de intermediarios posibles para tener mayor margen de beneficio. El Gobierno, a día de hoy, no ha reconocido de manera oficial su labor, aunque tienen permitido llevarla a cabo.

Kedari admitió que tienen tres frentes abiertos contra los que lidian cada día: los partidos políticos, el funcionariado y los residentes. Estos últimos, según contó, vigilan que el compostaje que realizan trabajadoras como Kedari no huela, algo que de no ser así enfada a los vecinos del recinto: «Si estas personas se quejan, nuestro contrato puede romperse en el momento». Por ello, se sienten «como un cordero atado frente a un león». «Las recicladoras somos el cordero; los vecinos, quienes nos atan; y el león, la fuerza de políticos y funcionariado», explicó.

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